Por Riz Khan
Se trata de una espada de doble filo. La tecnología facilitó tanto la vida de los periodistas y al mismo tiempo la hizo mucho más difícil. Inclusive en los países menos desarrollados, en donde obras sencillas de infraestructura como rutas pavimentadas constituyen un lujo, el acceso a los teléfonos celulares, la portabilidad de los sistemas de transmisión satelital, el crecimiento de las plataformas de distribución y la popularidad de los canales de noticias de 24 horas permiten que la información ingrese a los hogares de cientos de millones de personas al mismo tiempo.
ATAQUES A LA
PRENSA EN EL 2009
• Prólogo
• Introducción
• Análisis de Internet
Análisis Regional:
• En América Latina,
el retorno
de la censura
Informes por país
• Argentina
• Brasil
• Colombia
• Cuba
• Ecuador
• Honduras
• México
• Haiti
• Estados Unidos
• Venezuela
• En un Vistazo
Esto representa un problema para quienes desean controlar el flujo de información. Es difícil manipular la tarea informativa cuando las noticias pueden estar en la radio, la televisión y en Internet antes de que alguien pueda apropiarse del mensaje. ¿Cuáles son entonces las opciones si se pretende interrumpir el ciclo de la información?
Cada vez más, la intimidación se ha convertido en la herramienta de elección: amedrentar a los periodistas para que se alejen de la noticia; asegurarse de que comprendan que su interferencia no es bienvenida. Unos cuantos cadáveres en el camino tal vez ayuden. Quizás no haya lugar donde esto sea más evidente que en México, en donde el derramamiento de sangre vinculado al narcotráfico ha alcanzado miles de vidas, incluyendo las de muchos periodistas. Cuando eso ya no sea suficiente, acribillar a tiros las oficinas de los medios agregará un poco más de énfasis.
En realidad, no son los periodistas con alto perfil internacional los que enfrentan los mayores peligros, aunque tanto Irak como la ex Yugoslavia han sabido cobrarse lo suyo, incluyendo la vida de mi amigo Terry Lloyd. Los corresponsales extranjeros son a menudo visitantes que no tienen necesidad de informar a diario y no se hallan tan inmersos en las noticias o en los problemas. Simplemente se les puede negar la visa para ingresar a algún país. Los verdaderos campeones, los que resisten las amenazas y las presiones día tras día, son los reporteros locales.
Me impactó hace poco la historia de una reportera de un periódico brasileño, Daniela Arbex, quien ha mostrado esa rara obstinación para seguir una noticia hasta el final a pesar de extremas dificultades y amenazas. Recibió numerosos premios por sus notas en el Minas Tribune que, entre otras cosas, expusieron el abandono en el que caen las víctimas de violaciones, los abusos a los enfermos mentales y el alistamiento de niños en edad escolar por el narcotráfico. En cada caso, su labor informativa modificó políticas gubernamentales. Un desafío de otra índole enfrenta Amira Hass, periodista israelí e hija de dos sobrevivientes del Holocausto que vive e informa desde Gaza y Cisjordania. Enfrenta condenas virulentas de los israelíes por atreverse a criticar las políticas de su país en territorios palestinos, aunque también ha tenido algunos dichos muy duros para los líderes palestinos en el mismo sentido. A pesar de las condiciones que enfrenta, Hass sigue denunciando cualquier abuso de poder.
Como sabemos, son los gobernantes quienes plantean la mayor amenaza en muchos lugares, apuntando de manera directa contra nuevas fuentes o imponiendo reglas restrictivas que dificultan mucho más la labor informativa. Pocos países son una excepción a esta regla; todos los gobiernos desearían controlar el flujo informativo.
Cuando se trata de atacar a periodistas, los dedos apuntan a menudo contra los “sospechosos de siempre”, como Irán y Egipto. Pero esto va mucho más lejos: las organizaciones internacionales han expresado opiniones semejantes sobre Sri Lanka, Somalia y otros países. Mi propio canal de TV, Al Yazira, ha sido blanco de ataques de más gobiernos en todo el mundo que ninguna emisora en la historia. Hay un precio a pagar por hablar públicamente, por mostrar los misiles que no sólo se disparan sino que aterrizan, y acá cito a un colega.
Entonces, ¿qué ocurre en la era de blogs, mensajes por Twitter, medios sociales y periodismo ciudadano donde cualquiera puede ser “reportero” o movilizar apoyo para una idea? ¿Qué produce todo esto al flujo de información y quién lo controla?
Es ésta, quizás, la mayor novedad. Para los periodistas, confunde los límites que separan los medios oficiales de los no oficiales, haciendo más difícil para las organizaciones de prensa distanciarse de lo que podría percibirse como opiniones sesgadas desde el punto de vista político. Afectó especialmente a los medios de prensa en Estados Unidos, en donde canales que tradicionalmente han sido neutrales ahora muestran más programas y personalidades que suelen dar sus puntos de vista de un modo claro y abierto. Al elevarse la temperatura del público a través de comentarios agresivos, se puede contribuir a mejorar los índices de audiencia, pero esto no necesariamente ayuda a que los periodistas realicen su labor con mayor efectividad.
También existe el riesgo, en un mundo cada vez más conectado, de que el más mínimo comentario se convierta en un inesperado peligro. Figuras de primer nivel en los medios como Helen Thomas, veterana corresponsal en la Casa Blanca, Octavia Nasr, quien fuera tantos años periodista de CNN, Rick Sánchez de CNN, y Juan Williams de NPR descubrieron todos que expresar una opinión puede costarles el trabajo. En cada caso, hablaron fuera de sus propias y habituales filiaciones mediáticas (y sus comentarios reflejaron puntos de vista distintos), pero en términos generales contribuyeron a confundir los límites entre las noticias tradicionales y el nuevo mundo de los comentarios lanzados en redes sociales.
Con el poder alcanzado por las redes sociales -que han derribado gobiernos, movilizado a la oposición y creado demandas de responsabilidad – es comprensible que muchas autoridades sientan amenazado su control. Fíjense en la pelea de Google con el gobierno de China. A nivel global, los blogueros se enfrentan ya a los peligros soportados desde siempre por los periodistas tradicionales: intimidación, encarcelamiento, tortura e inclusive muerte.
La situación se complica aún más debido a la tradicional disposición de los medios a invitar cada vez más la participación del público: “Envíenos sus correos electrónicos”; “Contáctenos vía Twitter”; “Comparta con nosotros en Facebook”; “Sólo envíe su mensaje de texto”. El viejo mundo está intentando reunirse con el nuevo, pero ¿adónde queda la tarea informativa imparcial y equilibrada que realizan periodistas veteranos y cómo pueden los medios proteger su neutralidad y credibilidad?
Esto me conduce a la pregunta final: ¿En qué medida el volumen creciente de comentarios públicos hace que los medios y sus periodistas se conviertan en blancos mayores? Como afirmé antes, se trata de una espada de doble filo y, en este caso, todos corremos el peligro de cortarnos.
Riz Khan es conductor del programa “Riz Khan” y “Riz Khan’s One on One” emitido por Al-Yazira en inglés.