Por Carlos LauríaRevista Noticias (Argentina)26 de abril del 2003

Fidel y Duhalde

Por Carlos Lauría

Revista Noticias (Argentina)
26 de abril del 2003

A medida que la atención de la opinión pública estadounidense deja de concentrar toda su atención en la guerra en Irak, crisis internacionales no menos relevantes que habían pasado a un segundo plano, han vuelto a ocupar un lugar de relevancia en la agenda del gobierno norteamericano. La fuerte ofensiva del régimen castrista contra la disidencia en Cuba, que culminó con el dictado de penas de prisión severísimas para unos 28 periodistas independientes y casi 50 activistas políticos, motivó la reciente realización de una audiencia en el Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, al que fui invitado a testificar en representación del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ), en un panel junto a otros integrantes de organizaciones no gubernamentales.

Acostumbrado a la cobertura periodística de este tipo de hechos como corresponsal de Noticias en Estados Unidos ­mi última participación fue en una audiencia en el Senado sobre lavado de dinero, de gran atención mediática en Argentina-, tuve una sensación extraña al ingresar al edificio Rayburn de la Cámara de Representantes y ubicarme en el panel junto a José Miguel Vivanco, director ejecutivo de Human Rights Watch; Christopher Sabatini, coordinador del programa para América Latina y el Caribe del National Endowment for Democracy, y Frank Calzón, del Centro por Cuba Libre.

En una sala llena, colmada por periodistas, cubanos disidentes que viven en Estados Unidos y funcionarios del Departamento de Estado, expuse la posición del programa de las Américas del CPJ frente al congresista republicano de Nueva Jersey Chris Smith, que presidió la sesión.
Utilicé mis cinco minutos para dejar en claro que el gobierno de Fidel Castro no tolera la libertad de prensa bajo ningún punto de vista.”El encarcelamiento de periodistas figura entre las tácticas más efectivas empleadas por los regímenes represivos para controlar a los medios. Cualquier chance de reforma en Cuba será consecuencia de la persistencia y coraje de periodistas independientes tal como los que encuentran en prisión”, destaqué en el testimonio.

Los juicios sumarios duraron apenas unos días y el gobierno condenó, a penas de entre 14 a 27 años de prisión, a los 28 periodistas independientes. Entre ellos sobresale el escritor y poeta Raúl Rivero acusado, entre otras cosas, de crear la asociación de periodistas Manuel Márquez Sterling y su revista “subversiva”, De Cuba. En poder de los periodistas se encontraron computadoras, impresoras, material de investigación, artículos periodísticos y copias de declaraciones de derechos humanos.

Un día antes de esta audiencia, el presidente Eduardo Duhalde había decidido que Argentina se abstendría de condenar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra. Al finalizar el testimonio, aproveché mi presencia en el Congreso para manifestar mi desconcierto sobre la posición de mi país. Un presidente interino, a punto de abandonar el gobierno, actuó claramente motivado por la matemática electoral, calculando que la no condena a Cuba acompañada por el creciente espíritu anti-norteamericano que despertó en el país la guerra en Irak podrían ser capitalizados por su candidato a la presidencia, Néstor Kirchner, para sumar votos.

Desde que Duhalde asumió la presidencia de la nación por decisión de la Asamblea Legislativa para concluir el mandato constitucional que dejó vacante el renunciante Fernando De la Rúa a principios del 2002, se ha registrado en el país una ola creciente de ataques contra periodistas. Las fuerzas de seguridad han sido, en muchas ocasiones, señaladas como principales responsables de las agresiones a los hombres de prensa. Concentrado como está en la cuestión electoral, el gobierno nunca dio respuesta a los reclamos de las organizaciones de prensa. Si el gobierno no ha prestado casi atención a estos problemas domésticos, bien puede ignorar lo que ocurre con las constantes violaciones a la libertad de expresión en el gobierno de Castro.

La miopía política del presidente argentino le impidió ver más allá de las elecciones del 27 de abril. En su decisión, contraria a la opinión de muchos integrantes del gabinete e incluso del propio canciller Carlos Ruckauf, Duhalde nunca tuvo en cuenta la flagrante violación a los derechos humanos que es característica en Cuba. Más tarde justificó la decisión al decir que la “concepción de derechos humanos cubanos no incorpora derechos civiles”, aunque sí “los sociales”. Acaso los derechos humanos no son universales? O cada país y gobierno puede tener una concepción propia de los derechos humanos? El error desafortunado de un presidente como Duhalde, que carece de legitimidad popular, fue comentado con preocupación en los pasillos del Congreso.

Coordinador del programa de las Américas del Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ)