In Mexico, a chance for justice

“We have a big story coming out tomorrow,” Adela Navarro Bello, the co-editor of the muckraking Tijuana weekly Zeta, said when I visited the newspaper last Thursday. “There’s a breakthrough in the investigation into the murder of Ortiz Franco.”

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It was nearly seven years ago, on June 22, 2004, that Zeta co-editor Francisco (Pancho) Ortiz Franco was gunned down by two masked gunmen as he sat in the driver’s seat of his car. His two young children looked on in horror from the backseat.

The shocking daytime murder was not the first attack on Zeta. The paper had made a name for itself by reporting aggressively on drug trafficking including the activities of the Tijuana cartel run by the Arellano Félix brothers. In 1988, Zeta’s co-founder, Héctor Félix Miranda, was murdered, and in 1997, editor Jesús Blancornelas barely survived an assassination attempt that killed his bodyguard, Luis Valero Elizalde.

Today, the newspaper is run by a new generation, including Navarro and Blancornelas’ son René. The style is the same. Each Friday, street vendors deploy throughout Tijuana, hawking the tabloid at stoplights and busy intersections. When the newspaper has a big crime story, circulation can reach 40,000.

I first visited the offices of Zeta and met Don Jesús (as he was known) 22 years ago when I was just starting out as a reporter covering Mexico. During my regular visits to Tijuana, the newspaper was often the first stop; editors and reporters there were a valuable source of tips, news, and analysis. Ortiz Franco helped me on many stories and I considered him a friend. I took his murder very personally.  In September 2004, my colleague Carlos Lauría and I traveled to Tijuana to investigate his killing. Our report, published in November of that year, linked the murder to Ortiz Franco’s reporting on the Arellano Félix cartel. But we were unable to confirm many specific details.

The day after my visit to Zeta’s newsroom, I saw Navarro again at a press freedom conference in San Diego, where she was speaking about violence against the press in Mexico. She handed me a copy of the newspaper. “Arellano Ordered the Killing of Ortiz” was the banner headline. The inside story described how a cartel enforcer named Luis Alberto Salazar Vega (“El Bolas”), who had been captured by the Mexican Army earlier this year, had declared in a written statement that cartel leader Javier Arellano Félix had personally ordered the killing of Ortiz Franco because he had published photographs of cartel members. The Ortiz Franco story, published May 14, 2004, included headshots taken from fake police credentials used by cartel members, including some of its leaders. The photos had been released by the FBI in San Diego the week before.

According to Salazar, the Ortiz Franco killing was organized by Arturo Villareal Heredia (“El Nalgón”) and carried by Jorge Eduardo Ronquillo (“El Niño”). Ronquillo was executed by the cartel in October 2004 because, according to Salazar, “he rebelled.” Arellano and Villareal are serving long sentences for drug trafficking in the United States. Neither has been charged in connection with the Ortiz Franco murder, and the criminal investigation in Mexico appears to be stalled.

The testimony provided by Salazar sheds new light on the Ortiz Franco murder, although, since torture of criminal defendants in Mexico remains routine, the reliability of the information cannot be confirmed. This is why the onus remains on Mexican authorities to use the information as the basis for a credible, open, and fair prosecution. The Ortiz Franco killing was the opening salvo in an unprecedented wave of violence against the Mexican press. Today, his killing could provide Mexican prosecutors with an opportunity to break the cycle of impunity.

 

En México, una oportunidad de impartir justicia

Por Joel Simon/Director Ejecutivo

“Tenemos una investigación muy importante para publicar mañana”, señaló Adela Navarro Bello, codirectora del semanario Zeta de Tijuana, durante mi visita a la redacción del periódico el jueves pasado. “Existen novedades importantes en la investigación del asesinato del licenciado Ortiz Franco”.

Ocurrió hace casi siete años, el 22 de junio de 2004, cuando el entonces codirector de Zeta, Francisco (Pancho) Ortiz Franco, fue asesinado a balazos por dos individuos armados y encapuchados mientras estaba en el asiento de conductor de su carro. Sus dos hijos menores fueron testigos horrorizados desde el asiento trasero.

El brutal asesinato a plena luz del día no fue el primer atentado contra Zeta. El semanario había ganado nombre y reputación por su agresiva labor informativa sobre el narcotráfico, incluyendo las actividades del cartel de la droga de Tijuana liderado por los hermanos Arellano Félix. En 1988, el cofundador de Zeta, Héctor Félix Miranda, fue asesinado, y en 1997, el director Jesús Blancornelas sobrevivió de milagro a un intento de asesinato en el que cayó muerto su guardaespaldas, Luis Valero Elizalde.

En la actualidad, el semanario está dirigido por una nueva generación de periodistas, incluyendo a Navarro y al hijo de Blancornelas, René. El estilo es el mismo. Cada viernes, los vendedores despliegan la publicación a través de Tijuana, voceando el periódico en los semáforos y en las transitadas intersecciones. Cuando el semanario tiene una nota importante sobre crimen, la circulación ha alcanzado los 40 mil ejemplares.

Visité por primera vez las oficinas de Zeta y me reuní con Don Jesús (así se lo conocía) hace 22 años cuando estaba comenzado mi trabajo de reportero como corresponsal en México. Durante mis frecuentes viajes a Tijuana, el periódico era casi siempre la primera parada; los reporteros y editores de Zeta eran una valiosa fuente de consejos, información y análisis. Ortiz Franco me ayudó en muchos artículos y lo consideraba un amigo. Su asesinato fue una cuestión personal. En septiembre de 2004, con mi colega Carlos Lauría viajamos a Tijuana para investigar el asesinato. Nuestro informe, publicado en noviembre de ese año, estableció vínculos entre el crimen de Ortiz Franco y sus reportajes sobre el cartel de la droga de los Arellano Félix. Pero no pudimos confirmar varios detalles específicos.

El día después de mi visita a la redacción de Zeta, volví a ver a Navarro en un evento sobre libertad de prensa en San Diego, donde ella habló sobre la violencia contra los medios en México. Me entregó una copia del periódico que llevaba el siguiente título: “Arellano Félix ordenó matar a Ortiz”. El artículo describía como un sicario del cartel, llamado Luis Alberto Salazar (“El Bolas”), quien había sido capturado por el ejército mexicano a comienzos de año, había declarado en un testimonio escrito que el líder del cartel Javier Arellano Félix había ordenado personalmente el asesinato de Ortiz Franco por la publicación de fotografías de varios integrantes de la organización criminal. El artículo de Ortiz Franco, publicado el 14 de mayo de 2004, incluyó una serie de retratos tomados de credenciales falsas de policía usadas por los miembros del cartel, incluyendo algunos de sus líderes. Las fotos habían sido difundidas por el FBI en San Diego una semana antes. 

Según Salazar, el crimen de Ortiz Franco fue organizado por Arturo Villareal Heredia (“El Nalgón”) y ejecutado por Jorge Eduardo Ronquillo (“El Niño”). Ronquillo fue ejecutado por el cartel en octubre de 2004, de acuerdo a Salazar, porque se “rebeló”. Arellano y Villareal están cumpliendo largas condenas por narcotráfico en Estados Unidos. Ninguno ha sido acusado en relación con el asesinato de Ortiz Franco, y la investigación en México se encuentra estancada.

El testimonio que proporcionó Salazar ofrece nueva información sobre el asesinato de Ortiz Franco, aunque por el hecho de que la tortura se haya convertido en rutina para muchos de los que se defienden de acusaciones criminales en México, la fiabilidad de la información no puede ser confirmada. Esta es la razón por la cual la responsabilidad sobre el uso de información como base para un procesamiento judicial creíble, abierto y justo concierne a las autoridades mexicanas. El asesinato de Ortiz Franco fue uno de los crímenes que abrió la puerta a una ola de violencia sin precedentes contra la prensa mexicana. En la actualidad, este crimen brinda a los encargados de impartir justicia en México una oportunidad para quebrar el ciclo de impunidad.