Guatemala y El Salvador vienen levantando cabeza de sendas guerras sangrientas libradas entre gobiernos conservadores de persuasión centralista e insurgentes izquierdistas. Y en ambos países, la prensa comienza a dar señales de independencia.
En abril recién pasado, apareció un programa misterioso en la radio guatemalteca llamado Hoy por Hoy. El formato era de chismes y parlanchiner’ás políticas, y los anfitriones, al parecer, se la traían con los periodistas. Uno de ellos describió a Dina Fernández, columnista y editora del diario más grande de Guatemala, Prensa Libre, y a su madre, Dina García, una de las propietarias, como malas periodistas y mujeres flojas.
A muchos periodistas guatemaltecos les pareció que los ataques personales eran orquestados. Nadie, ni siquiera la directora de la radioemisora que transmitía Hoy por Hoy, sabía quiénes eran los responsables de su contenido. Mas las sospechas recayeron inmediatamente sobre el presidente guatemalteco Alvaro Arzú Irigoyen, que ya tenía relaciones en extremo hostiles con la prensa. Arzú había perjudicado exitosamente a las publicaciones críticas de su régimen, al privarlas de los anuncios gubernamentales, y había permitido que se utilizara el programa televisivo Avances, que era subsidiado por el gobierno, para fines políticos partidistas. En el mismo, se sacaba a relucir, a bombo y platillo, los logros del gobierno, y se atacaba a la prensa por emitir reportajes negativos sobre el gobierno.
Por cierto, el personal del diario de la Ciudad de Guatemala elPeriódico sospechó que se trataba de una intromisión del gobierno. En un editorial publicado el día primero de junio, el diario, que fue fundado en 1996 y se había convertido rápidamente en una lumbrera del periodismo guatemalteco, notó que “no es cosa del otro mundo pensar que el actual gobierno podría estarse valiendo de un programa radial como el de Hoy por Hoy para desacreditar o socavar a la prensa independiente y a la disidencia en general”. Un equipo de reporteros investigativos la emprendieron para averiguar quién estaba detrás de las transmisiones.
Su investigación dio fruto. El 17 de junio, en la portada de elPeriódico, apareció un titular: “Quién está detrás de Hoy por Hoy?” junto con una foto del gerente de la Presidencia Mariano Rayo, luciendo un tanto perplejo. Mediante una deducción nítida, el artículo que le acompañaba estableció que Rayo había fundado la empresa responsable del programa controversial. El 18 de junio, Fernández se dirigió directamente a Rayo en una de sus columnas: “Usted ha deshonrado al Gobierno y al partido que está en el poder” escribió. “Se ha demostrado, una vez más, que entre ustedes hay quienes buscan destruir a la prensa, quizá no asesinando como antes, pero descalificándonos o asfixiándonos”.
El 23 de junio, el opositor Frente Republicano Guatemalteco (FRG) citó a Rayo a una audiencia en el Congreso. Después de someterse a una querella extensa sobre el programa, se le pidió que dimitiera de su puesto gubernamental. Rayo presentó su renuncia al presidente Arzú quien la rechazó. Al mismo tiempo que el comité de ética del partido investigaba el caso, el comité ejecutivo lo ratificaba como uno de sus candidatos preferidos en las inminentes elecciones para la Asamblea Legislativa en noviembre, cuando ni siquiera era miembro del partido antes de que irrumpiera el escándalo de Hoy por Hoy. “En cualquier país eso hubiera hundido sus aspiraciones”, dice Fernández. “Aquí lo premiaron . . . No hay American happy end: Mariano Rayo va a vivir feliz para siempre”.
Mejores d’as para la prensa?
Si bien el escándalo Hoy por Hoy fue un incidente perturbador, el hecho de que elPeriódico estaba investigando una difamación, y no un asesinato, demuestra la distancia que ha recorrido la prensa guatemalteca desde que terminó la guerra de treinta y seis años en 1996. A partir de 1981, el Comité para Proteger a los Periodistas ha documentado los asesinatos de 29 periodistas en Guatemala como represalia por su trabajo. Mas las investigaciones del Comité demuestran que no ha habido bajas en las filas del periodismo en lo que va de los últimos dos años, aún cuando los periodistas sí han sido objetos de hostigamiento de parte del estado y el sector privado.
En El Salvador sucede lo mismo: el periodismo se ha vuelto una profesión más segura desde que acabó la guerra civil en 1992. La guerra, de doce años de duración, cobró la vida de 24 periodistas, de acuerdo a los expedientes del Comité. En los últimos años, los ataques violentos contra la prensa han sido escasos. Los reportajes en El Salvador también han mejorado durante este lapso, aunque las páginas editoriales aœn se empecinan en rendir pleitesía a la línea del gobierno.
En ningún lugar de Centroamérica la prensa ha experimentado cambios tan drásticos como en Guatemala y El Salvador. Ambos países se han levantado de guerras civiles cruentas en las que los gobiernos anti-comunistas han desafiado a la izquierda. Sin embargo las dos guerras fueron muy distintas; de la misma manera, sus efectos sobre el periodismo variaron. En Guatemala, la guerra politizó a la prensa: los periodistas se volvieron actores políticos. En El Salvador la guerra tuvo al menos un resultado positivo, por cuanto la prensa comenzó a surgir como un cuerpo más cuestionante y profesional.
Guatemala: aprendiendo de la red
La guerra civil guatemalteca, entre un ejército fuerte, apoyado por paramilitares, y un movimiento guerrillero fraccioso y débil, se extendió durante más de tres décadas. La mayoría de los combates se dieron en la sierra, donde ambas facciones intentaron reclutar a los pobladores indígenas. Mientras tanto, la represión a nivel estatal impuso el exilio forzoso a toda una generación de intelectuales, incluidos los periodistas.
En la década de los 70, la escalante intensidad de la guerra tiro a la prensa por el derrotero de un periodismo cada día más polarizado. Los periodistas se involucraron cada día más en la politica, y los politicos se insertaron cada día más en el periodismo. Hasta el d’a de hoy, cuando la guerra ya se terminó desde rato, a los periodistas se les hace dificil desistir de su papel como actores politicos. Una razón es que la prensa llena el vacío que deja la debilidad de las demás instituciones guatemaltecas. Los guatemaltecos que caen presas del crimen lo denuncian ante la prensa, y no ante la policía; los que tienen quejas politicas mandan cartas a los periódicos, y no al Congreso. Y a pesar de que la guerra ya terminó, Guatemala sigue fraccionada, y los lindes del fraccionamiento son las líneas étnicas, económicas y religiosas.
La guerra civil guatemalteca también presentó facturas, en el aspecto educativo, a toda una generación de futuros periodistas guatemaltecos. Dada la ausencia de buenos colegios periodísticos, la educación entre compañeros en Guatemala es fundamental. Pero con la escalada de la guerra, los editores no pudieron transmitirle sus conocimientos a los j&oaacute;venes reporteros que trabajaban para ellos.
Luego que Guatemala reasumiera un régimen constitucional en 1985, la prensa se volvió a levantar. Vinicio Cerezo, el primer presidente civil en 16 años, concedió un grado limitado de libertad de prensa. Algunas publicaciones nuevas fueron clausuradas a la fuerza, como el semanario La Epoca, fundado por guatemaltecos que regresaron del exilio en México. El 10 de junio de 1988, La Epoca sufrió un ataque con bomba incendiaria, presuntamente por escuadrones paramilitares de derecha. Otras publicaciones criticas del régimen, sin embargo, se fundaron y sobrevivieron durante esta Žpoca, notables entre ellas el diario Siglo Veintiuno y el semanario Crónica. Y por primerza vez, los guerrilleros obtuvieron acceso a los medios de comunicación, aún cuando fuera sólo por medio de espacios pagados.
Si bien al presidente Arzú se le de crédito por suscribir el acuerdo final de paz entre el gobierno y la insurgencia durante el primer año de su gestión, se le ha criticado por no poder aplacar la ola de crimen que ha inundado al pais desde entonces. Arzú se ha mostrado altamente intolerante de los reportajes negativos, con lo que se ha hecho merecedor del apodo monárquico “Alvaro I”. Sus reacciones furiosas ante los reportajes negativos han obligado a la prensa a formar un frente unido. Como resultado, a los periodistas se les hace dif’cil pol’ticamente criticarse unos a otros. “El problema es si dices a otra persona sanamente que comitió un error, luces como a el que estás defendiendo en la última instancia es el gobierno”, dice José Eduardo Valdizán, director de Siglo Veintiuno.
Poco tiempo después de que Arzú asumiera su mando, el vocero del gobierno comenzó a usar sus reuniones semanales con los oficiales para instarles a que no cooperaran con publicaciones críticas del régimen, como elPeriódico. Una fuente que trabajaba con el gobierno dijo haber recibido amonestaciones luego de dar información oficial a Crónica.
Arzú también ha usado a sus amistades industrialistas en el Partido de Avanzada Nacional (PAN) para punir a los medios críticos de su régimen, coartándoles sus fuentes de ingresos. Los periodistas guatemaltecos lo han comparado a un grifo: cuando publican reportajes favorables, el dinero fluye libremente, y cuando publican reportajes negativos, el chorro se seca. Crónica es un buen ejemplo. En diciembre de 1998, esta revista, de vis independiente, tuvo que venderse, porque sus entradas por concepto de anuncios se hab’an secado. Ahora, en vez de ser una revista de línea periodística de pol’tica mordaz, corre más por la línea de los pasquines de Dilbert.
Sin embargo, aún en ausencia de la instigación del gobierno, siempre surgen problemas con los anunciantes. Escribir que la marca de automóvil tal y tal es la que más se roba es perder los anuncios de esa marca. El resultado es que los editores muchas veces deben balancear la integridad periodística con la necesidad económica. Algunos editores publican reportajes polémicos en el campo del comercio, pero de forma evidentemente circunscrita. Por ejemplo, los nombres de empresas son incluidos en los reportajes propiamente, y omitidos en los titulares.
Los periodistas guatemaltecos expresan la necesidad de una educación que les permita llegar a los niveles profesionales donde pueden analizar eventos de actualidad de forma desprendida y a fondo. Las principales universidades guatemaltecas ofrecen programas de periodismo, pero de calidad pobre. Antes de su emasculación bajo la nueva gerencia, el semanario Crónica había empezado a mandar a sus reporteros a la Universidad Internacional de la Florida (FIU). Mas Internet expuso a los periodistas guatemaltecos a los medios de comunicación extranjeros de una forma mucho más amplia. “Nunca habíamos estado tan expuestos a la prensa internacional–a una prensa mas profesional, más acabada, mejor hecha, más creativa, más ingeniosa–que ahora”, dice Juan Luis Font, co-director de elPeriódico, que trabajó anteriormente con Crónica y también fue entrenado en la FIU: “Se lo debemos, los que trabajamos en prensa escrita, a Internet”.
El Salvador: cursos por corresponsales
En El Salvador, los reporteros no tuvieron que esperar a Internet para ser beneficiarios del periodismo extranjero importado al por mayor: la guerra se los trajo. La guerra salvadoreña se convirtió en una obsesión de la pol’tica exterior de los Estados Unidos, porque en ella figuraba un movimiento guerrillero marxista a pocos d’as por auto de la frontera con Texas, como repetía incansablemente Ronald Reagan. Por eso hubo muchos más corresponsales extranjeros y corresponsalías en El Salvador que en Guatemala. “Hasta la guerra del golfo pérsico, todos los periódicos y servicios noticieros tenían su buró en El Salvador”, dice el reportero Colum Lynch, de The Washington Post, que era uno entre un puñado de corresponsales extranjeros que reportaron sobre la guerra civil en las postrimerías de la década de los 80. “Yo trabajaba solo, desde mi apartamento”.
Los corresponsales extranjeros en El Salvador tenían los recursos para contratar asistentes locales, a quienes les enseñaron los gajes de su oficio. “Los contratados locales reportaron al estilo norteamericano, con reportajes fuertes y de última hora”, dice Lynch. La recolección de noticias en El Salvador era altamente centralizada: todos los burós se ubicaron en el mismo piso del hotel Camino Real en San Salvador. Mientras que en Guatemala los combates se realizaban en mayor parte en zonas rurales remotas, en El Salvador la guerra civil se extendió hasta la capital. Los periodistas trabajaban sitiados, y el resultado fue que establecieron relaciones de camaradería.
Cuando se acercaba el fin de la guerra salvadoreña, las universidades locales comenzaron a instituir programas de periodismo. Se contrató a veteranos reporteros para que impartieran las cátedras sobre reportajes investigativos, fotoperiodismo y afines. El corresponsal alemán Toni Keppeler y la fotógrafa italiana-alemana Yvonne Bernardi, por ejemplo, ayudaron a elaborar el programa de periodismo de la Universidad Centroamericana en San Salvador.
Aunque sufran por los bajos salarios que devengan los catedraticos, estos programas se han vuelto muy populares. Actualmente hay 600 estudiantes de periodismo en El Salvador, un número considerable para un país pequeño. El impacto social de este fenómeno ya se hizo manifiesto. En los últimos años, los reporteros han comenzado a ganarse mayor respeto y cooperación de la sociedad salvadoreña, así como mejores salarios.
Los egresados del curriculum de periodismo han infundido sus trabajos con la percepcion norteamericana de que el papel de la prensa es el de cuestionar a los que están en el poder, un cambio notable para un cuerpo periodístico que históricamente ha servido de vocero gubernamental. En años recientes, esa percepción ha permeado hasta los altos niveles de la jerarquía en las salas de redacción de El Salvador.
El semanario Primera Plana, pese a que se clausurara después de nueve meses, ha ejercido influencias considerables sobre el periodismo en El Salvador. Fundado en 1994 por ex-guerrilleros, esta revista quiso establecer seriamente el periodismo “esculcafangos” en El Salvador. El corresponsal veterano Thomas Long, que fue asesor del proyecto, dice: “Estábamos publicando reportajes que otros medios no publicaban en aquella época”.
Las dificultades económicas terminaron por socavar la iniciativa. Los anunciantes se mostraron renuentes a apoyar una voz independiente, por temor a terminar como sujetos de los intrépidos reportajes de Primera Plana. Ningún negocio estaba dispuesto a comprar anuncios; la revista, en su etapa inicial, se financió con donaciones.
“Estábamos como condenados desde un principio”, dice Long. Con todo, el semanario inspiró a muchos periodistas salvadoreños jóvenes. Una vez que hubieran observado las dificultades que conllevaba establecer una publicación independiente, se propusieron tratar de transformar los medios existentes.
Otro evento notable dentro del surgimiento de una prensa de mayor sondeo en El Salvador fue la llegada del editor costarricence Lafitte Fernandez a El Diario de Hoy, uno de los dos diarios más grandes de El Salvador (el otro es La Prensa Grafica). Habiendo trabajado como editor del respetado diario costarricense La Nación, y como instructor de la Universidad Internacional de la Florida, Fernández introdujo a nivel de práctica la actitud de cuestionamiento, que a los estudiantes de periodismo en El Salvador se les estaba enseñando en las aulas universitarias. Lanzó los primeros reportajes investigativos, con enfoque a la rama judicial. La Prensa Grafica siguió en sus pasos.
Fue un triunfo la investigación que hizo El Diario de Hoy del asesinato de Adriano Vilanova. La muerte de este estudiante en 1995 se hab’a declarado un suicidio, hasta que la investigación realizada por los reporteros reveló que la policía lo había asesinado. Se arrestó a los autores del crimen, se les imputó cargos, se falló en su contra y se les sentenció a penas de prisión hasta de 25 años. En junio recién pasado, la Corte Suprema de Justicia declaró inadmisible un recurso de casación.
Hoy, sin embargo, los reporteros se topan con los mismos problemas que obstaculizaron a Primera Plana. “Es mucho más fácil hacernos un reportaje sobre un policía involucrado en el narcotráfico o en crimen, que reportar sobre una empresa privada que ha destruido el medio ambiente”, dice Héctor Silva, sub-jefe de información de La Prensa Gráfica. Debido a las entradas que esas empresas representan por concepto de anuncios, y por los intereses de los dueños de los medios de comunicación en ellas, a esas empresas se les considera intocables.
Los reporteros están tratando de involucrar a los dueños de los medios de comunicación para que ayuden a transformar el periodismo salvadoreño. Después de la clausura de Primera Plana, por ejemplo, un grupo de periodistas salvadoreños y extranjeros decidieron fundar Contraportada, una asociación de periodistas. Fue establecida en 1996, y organiza tertulias, debates y conferencias, a las cuales invita también a los caciques de la prensa local. En mayo recién pasado, el dueño de El Diario de Hoy asistio a un debate auspiciado por Contraportada sobre los marcos legales de la libertad de prensa. Su presencia fue un hecho significativo en un país en el que los propietarios de los medios de comunicación han preferido confraternizar con otros miembros de la elite política y economica, antes que con los periodistas que están bajo su empleo. Los dueños de medios de comunicación también han sido conminados a unir sus voces a las discusiones entorno al planteamiento del primer codigo de etica periodística de El Salvador, un proyecto conjunto entre la Universidad Centroamericana y la Asociación de Periodistas de El Salvador.
Esto no quiere decir que los propietarios ya se suscribieron al precepto de H.L. Mencken, de que “la actitud de un periodista hacia los políticos debe ser la misma de un perro hacia un poste”. A los niveles de propietaria y las altas jerarquias editoriales, el periodismo salvadoreño sigue íntimamente entrelazado con el gobierno, que después de tres períodos presidenciales consecutivos sigue regido por la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). La actual gerente de redaccion de La Prensa Gráfica fue ministra de educación bajo el ex-presidente Armando Calderón Sol. El actual presidente Francisco Flores, que asumió su mando el primero de junio, nombró como jefe de los servicios de inteligencia a Flavio Villacorta, otrora jefe de informacion de La Prensa Gráfica.
Mas, pese a este traacute;fico incestuoso, a la mayoria de los periodistas se les dificulta tener acceso a los pasillos del poder. Los miembros de la Asamblea Legislativa muchas veces apagan el sonido en las cabinas de prensa cuando tocan temas delicados, y los jueces pueden, de forma arbitraria, negarle acceso a los archivos o a los juicios a los periodistas cuando la moral, el interrs publico o la seguridad nacional lo exijan–poder que usan frecuentemente.
El camino que queda por delante
Tanto la prensa guatemaleca como la prensa salvadoreña adolecen de una falta de independencia de sus anunciantes y de falta de acceso a las informaciones oficiales. Mas en El Salvador, una nueva generacion de periodistas ha abierto espacios para los reportajes cr’ticos, pese a las concentraciones excesivas de poder politico y economico. Los lectores han llegado a esperar niveles más altos de periodismo. Como resultado, los propietarios están aprendiendo, poco a poco, a darle latitud a los reporteros para que satisfagan estas exigencias. Con el tiempo, este mecanismo de mercado le ha permitido a los periodistas escribir m‡s para el publico que para sus patrones.
Mientras que en Guatemala hay una desventaja en términos de la educación, hay más pluralismo politico que en El Salvador. En el escándalo Hoy por Hoy, la oposicion le exigio al gobierno la renuncia de un oficial, luego que un reportaje investigativo dio a entender que este había conspirado para difamar a algunos periodistas (así como a la oposición). Al mismo tiempo, la situación de los medios guatemaltecos es fluida. De ganar las elecciones de noviembre un partido de oposición, la prensa podría sentirse menos cohibida por el hostigamiento económico instigado por el gobierno.
La prensa, sin embargo, necesita más apoyo si es que ha de trascender el papel pol’tico partidista que adquirió durante la guerra, si es que ha de establecerse como un sentinela justo que vigila a todos los gobiernos irrespectivamente de su tendencia. Para que haya progreso en el cumplimiento de esos objetivos, los periodistas guatemaltecos necesitan el apoyo popular. Para generar este apoyo, la prensa necesita establecerse a traves de los reportajes objetivos. La experiencia salvadoreña nos sugiere que la mejoría en los reportajes alza las exigencias de los lectores, lo cual a su vez abre espacios aún mayores para el periodismo independiente. Para que éto suceda en Guatemala, el país necesita oportunidades mejores y mas estructuradas que las que puede brindar Internet para la educacion periodistica.