Por Dánae Vílchez, corresponsal del CPJ para Centroamérica
En los últimos dos años —desde que la ola de protestas y la represión gubernamental comenzó en abril de 2018—, el periodista nicaragüense Álvaro Navarro y su medio de prensa, el portal de noticias Artículo 66, han sido una fuente informativa vital para las personas en busca de alternativas al discurso oficial. Durante la pandemia del COVID-19, Navarro y su equipo han estado en primera línea, informando sobre la ausencia de una respuesta gubernamental y la continua represión por parte de las autoridades en medio de la crisis.
Nicaragua es el único país latinoamericano que, a finales de abril, no había tomado amplias medidas para combatir la pandemia. Según estadísticas oficiales del Ministerio de Salud, al 26 de abril solamente 13 personas en el país habían dado positivo en las pruebas del virus y tres personas habían fallecido. La Organización Panamericana de la Salud ha expresado su preocupación por la ausencia de una respuesta institucional, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha instado al Gobierno nicaragüense a poner en práctica medidas para proteger a la población.
Antes de declarar en una conferencia de prensa el 15 de abril, el presidente Daniel Ortega no había aparecido en público en más de un mes. Su Gobierno ha sido blanco persistente de preguntas sobre su respuesta a la pandemia, según informaciones de prensa.
El CPJ envió un correo electrónico a la vicepresidenta nicaragüense Rosario Murillo para obtener una declaración sobre la estrategia de comunicación del Gobierno en medio de la pandemia del COVID-19, pero no recibió respuesta.
En entrevista telefónica concedida al CPJ el 13 de abril, Navarro habló sobre la experiencia vivida durante la cobertura de la pandemia en un país donde los datos oficiales no son fiables y donde el riesgo del virus se suma al riesgo de la persecución y el acoso gubernamentales. Se ha editado la entrevista para hacerla más concisa y fácil de comprender.
Hablemos primero del contexto, ¿Qué estaba pasando antes de comenzara la pandemia? ¿Cómo era el tipo de cobertura?
Veníamos cubriendo todo lo relacionado a las protestas que empezaron el 18 de abril de 2018. La represión gubernamental, las violaciones de Derechos Humanos, etc. Era un ambiente muy hostil contra los medios, de amenazas y persecución. Nosotros habíamos optado por tomar algunas medidas como salir a las calles muy puntualmente a cubrir protestas pero había mucha represión policial. Previo a la entrada del COVID-19 la policía atacó con fuerza a pequeños grupos de manifestantes y con ello también hubo ataques feroces contra los periodistas.
El primer fin de semana que se estableció una auto-cuarentena de la población [Marzo 14], yo me fui en mi vehículo para hacer una transmisión en vivo, en una zona de mucha actividad nocturna y nos siguieron tres motorizados. Yo tuve que refugiarme en un hotel y hasta ahí me siguieron y una patrulla de policía se quedó afuera del hotel toda la noche. Yo tuve que pasar la noche en el hotel por seguridad. Esa era el ambiente, de persecución, de hostilidad y de amenazas, pero aún así continuábamos trabajando.
¿Qué cambió con la pandemia?
Ha habido un cambio principalmente porque hemos decidido protegernos, ya no estamos en las calles. Lo que hemos hecho es básicamente trabajar desde la casa, mis colegas están haciendo su trabajo desde sus hogares, la persecución ha cambiado porque hemos cambiado el mecanismo de nuestro trabajo, eso de ya no estar tanto en la calle.
¿Cómo se comparan los riesgos de cubrir el coronavirus en comparación con los riesgos diarios de hacer periodismo en Nicaragua?
En términos generales como se compara es que antes estábamos expuestos a la violencia física, a poner en riesgo nuestra seguridad y al riesgo de perder nuestra libertad, y ahora estamos en riesgo de que si salimos a la calle para hacer nuestro trabajo resultemos infectados con el virus, sin saber al fin de cuenta como va a actuar el Estado y como vamos a ser atendidos. A mí particularmente me preocupa qué pasará si me contagio. ¿Quién me va a atender? El mismo Estado que nos reprime. ¿Y qué mecanismos de seguridad tengo yo con el Estado? Ninguno. Entonces eso nos expone a un riesgo todavía mayor que el riesgo político.
¿Cómo están haciendo para realizar su trabajo?
Reportar sobre el tema de la pandemia para todos los periodistas está siendo sumamente complicado, sobre todo porque es un tema en el que no hay ninguna voz autorizada que tenga información fiable. No hay ningún laboratorio privado al que podamos recurrir para saber porcentajes de afectados. No hay ninguna universidad que pueda, desde la ciencia, dar una opinión distinta, todo está centralizado. Es únicamente el Ministerio de Salud que puede hablar sobre casos y básicamente eso dificulta que haya otra voz que pueda hablar sobre este tema.
Hay un esfuerzo enorme de algunos médicos epidemiólogos independientes, pero ya es de suponer que la fuerza y credibilidad que puedan tener sus opiniones es baja en vista de que no tienen tampoco acceso a las estadísticas. Cuando tienes eso y tampoco tienes información oficial creíble, hay un desafío enorme periodísticamente. Lo que hemos podido hacer es estar pendientes y ser incisivos con las inconsistencias en la información que publica el ente oficial pues dejan dudas. Por ejemplo el tema del origen de los pacientes del COVID- 19 es un asunto que lo han manejado de una forma oscura, confusa y turbia, y eso nos permite a nosotros tratar de explicarle a la gente y de escudriñar en esos comunicados oficiales sobre la falta de precisión en datos y números. También hemos hecho eco de la demanda que hay en redes sociales de qué pasa con el tema de las pruebas, incluyendo qué pasa con las 26 mil pruebas que donó el Banco Interamericano de Integración Económica (BCIE).
¿Por qué informar sobre la pandemia en Nicaragua es diferente de informar en otras partes de Centroamérica u otras partes del mundo?
Sobre todo por la credibilidad de las autoridades. Vos te encontrás que dictaduras como en Cuba, por ejemplo, manejan la información de una manera que parece ser más transparente que en Nicaragua. Incluso en Cuba han dicho que tienen tres ciudadanos que llevaron el virus de Nicaragua, es decir lo que ellos llaman casos importados. En cambio, Nicaragua ha mantenido en su discurso oficial de que no hay contagio comunitario. Esa declaración oficial se contradice con lo que dice el gobierno cubano y cuando encontrás eso en dos gobiernos que han sido aliados, vos ves que es imposible que se le crea al gobierno nicaragüense con las estadísticas que han mandado.
Luego, ves que países que han tomado medidas drásticas como El Salvador su mismo presidente ha dicho que no confía que en Nicaragua se esté haciendo un registro verdadero de casos del COVID-19. Aquí el gobierno no explica nada, hay limitación institucional y el oscurantismo con el que el gobierno maneja la información pues hace que para nosotros sea sumamente complicado y me parece que eso nos hace más difícil el trabajo.
¿Cuáles han sido los mayores desafíos durante este tiempo?
Primero, poder seguir informando aun en medio de esa falta de transparencia institucional. Segundo, protegernos en un país que no se reportan las condiciones, tal vez si se reportaran uno estaría un poco más confiado. Si se tomaran las medidas que mandaría un Estado responsable, pues nos sentiríamos más seguros, pero este no es el caso. Nos estamos autocuidando por decisión propia. Esto nos obliga a nosotros a encerrarnos porque no hay ninguna cobertura institucional a la que uno pueda ir, para llevarle información a la gente. Lo que hacemos es estar básicamente recogiendo las opiniones de médicos independientes y viendo cómo se comporta el resto de los países de la región, para tener alguna línea a seguir.
¿Cómo te mantienes a ti y a tus fuentes a salvo?
Mi equipo y yo estamos trabajando desde casa, guardando todas las medidas, no saliendo más de lo necesario. Con las fuentes hemos establecido mecanismos de comunicación digital o por teléfono. Ha habido algunas organizaciones que han hecho conferencias de prensa en línea y también eso nos ha ayudado. Por supuesto que ha sido desafiante pero nos toca hacerlo por la seguridad de todos.
¿Cómo se enfrenta y responde a la desinformación sobre el virus?
El tema de la “fake news” ha sido terrible porque nosotros no tenemos una versión oficial creíble. El Estado no habla y se ha impuesto un total secreto en los hospitales, entonces de repente, sobre todo al inicio de la pandemia, la gente te decía con alarma, tantos casos llegaron a tal hospital. Lo que hacemos es no dar crédito a esas informaciones anónimas. Si alguien nos informa que hay un caso, acercarnos lo más que se pueda a la persona que sea sospechosa y al final contrastar con la versión oficial que han dado sobre ese caso. Contamos solo lo que nosotros podemos corroborar y hacemos caso omiso a información que circula en redes sociales y grupos de WhatsApp.
¿Qué necesitan usted y otros periodistas para poder informar libremente?
Necesitamos que las instituciones se abran, que le den confianza a la gente y confianza a los periodistas de que la información que se está dando es efectivamente lo que está pasando. Segundo, es contar con profesionales, con expertos técnicos en estos tema. Y otra es que los ciudadanos entiendan que entre menos se comparta información que es no verificable, eso nos ayuda a nosotros. Cuando comparten algo que nosotros como medios no podemos verificar nos ponen más presión, y siembran zozobra y estrés.