El 7 de enero, dos sujetos armados irrumpieron en la sede de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, asesinando a ocho periodistas y poniendo así de relieve los riesgos que enfrentan los caricaturistas. Debido a que la labor de los caricaturistas tiene la capacidad de trascender fronteras e idiomas, así como de simplificar situaciones políticas complejas, las amenazas que enfrentan los caricaturistas de todo el mundo –el encarcelamiento, el exilio, los procesos legales o el asesinato– superan con mucho el extremismo islámico. Un informe especial del Comité para la Protección de los Periodistas elaborado por Shawn W. Crispin
Marcando la línea: Caricaturistas bajo amenaza
El 7 de enero, dos sujetos armados irrumpieron en la sede de la revista satírica francesa Charlie Hebdo, asesinando a ocho periodistas y poniendo así de relieve los riesgos que enfrentan los caricaturistas. Debido a que la labor de los caricaturistas tiene la capacidad de trascender fronteras e idiomas, así como de simplificar situaciones políticas complejas, las amenazas que enfrentan los caricaturistas de todo el mundo –el encarcelamiento, el exilio, los procesos legales o el asesinato– superan con mucho el extremismo islámico. Un informe especial del Comité para la Protección de los Periodistas elaborado por Shawn W. Crispin
Publicado el 19 de mayo de 2015
BANGKOK
Cuando el gobierno de Malasia inició un proceso penal por el delito de sodomía contra el principal líder de la oposición, el caricaturista Zulkiflee Anwar Ulhaque, conocido como Zunar, recurrió a sus plumas de dibujar para satirizar lo que consideró como una maniobra política poco disimulada.
Las caricaturas de Zunar, publicadas por primera vez en Malaysiakini, un sitio web de noticias independiente, y otras publicadas exclusivamente en un libro en 2014, describían el sonado juicio como un complot gubernamental dirigido por el primer ministro Najib Razak y su partido Organización Nacional de Malayos Unidos para encarcelar a su principal contrincante político, Anwar Ibrahim.
En una crítica viñeta, Zunar dibujó a Najib como el juez a cargo del caso, mientras un libro de Derecho aparecía arrojado de forma visible en un cesto de basura; en otra, aparecía el premier manipulando los hilos de jueces dibujados como marionetas; una tercera representaba a Najib a caballo de un enorme juez que apuntaba un martillo hacia Anwar, quien no salía de su asombro.
Las caricaturas planteaban cuestionamientos no muy sutiles acerca de la independencia del Poder Judicial, un tema tabú para los medios tradicionales de Malasia. “Los periódicos y los canales de TV locales están todos controlados por el gobierno. Ellos no pueden abordar cuestiones delicadas”, expresó Zunar, quien cuenta con más de 100,000 seguidores en las redes sociales. “El gobierno teme que mis caricaturas pongan a la gente en contra de ellos”.
Las autoridades no han tomado a la ligera la sátira de Zunar. De acuerdo con el caricaturista, en enero la policía allanó su oficina y confiscó más de 100 ejemplares de sus libros, entre ellos una nueva obra titulada The Conspiracy to Imprison Anwar (“La conspiración para encarcelar a Anwar”). En febrero, Zunar fue detenido por cuatro días por enviar mensajes de Twitter críticos, entre ellos otra caricatura de Najib dibujado como juez, minutos luego de darse a conocer el veredicto de culpabilidad en el juicio de Anwar.
El autor satírico enfrenta la posibilidad de ser sentenciado a una pena de 43 años de cárcel por nueve cargos de sedición, un delito contra el Estado que es sancionado con una pena de cárcel obligatoria de conformidad con la ley de Malasia. Las audiencias del caso están fijadas para comenzar el 20 de mayo. Zunar también es investigado por dos distintas acusaciones de sedición, inclusive por los libros confiscados en enero y por otra obra, Cartoon-O-Phobia (“Caricaturofobia”), publicada en 2010, Zunar expresó en entrevista con el CPJ. “En un régimen corrupto, la verdad es sediciosa”, señaló Zunar, a quien le han prohibido la publicación de cinco títulos desde 2010. “Seguiré dibujando hasta la última gota de mi tinta”.
Las casas editoriales que publican los libros del caricaturista también han sido objeto de amenazas judiciales. Zunar relató que las autoridades allanaron las instalaciones de tres de las casas editoriales que había utilizado previamente, y habían amenazado con suspender las licencias editoriales y con encarcelar a los propietarios en virtud de la Ley de Publicaciones e Imprentas y la Ley de Sedición. En la actualidad Zunar tacha el nombre de su casa editorial para proteger a la empresa del hostigamiento, inclusive si tal anonimato es ilegal según lo previsto en la Ley de Publicaciones e Imprentas.
“Lamentablemente el mundo se está dando cuenta del poder y la influencia de los caricaturistas, [y ha respondido] por medio del ejercicio de la violencia y el asesinato. ”
– Robert Russell
El juicio de Zunar es representativo de los riesgos a los que se enfrentan los caricaturistas de todo el mundo –una cuestión que quedó puesta de relieve luego del ataque contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo en enero. Ya sea que las viñetas aborden la política, la economía, la religión o la identidad nacional, los caricaturistas enfrentan las mismas amenazas graves que los periodistas impresos y audiovisuales que informan sobre cuestiones sensibles. Datos globales recabados mediante las investigaciones del CPJ demuestran que los caricaturistas han sido objeto de censura, demandas punitivas, agresiones físicas, encarcelamiento, desaparición y asesinato por su periodismo como expresión artística. Algunos hasta se han visto obligados a marchar al exilio para escapar de la persecución.
Esas amenazas aumentan durante períodos de inestabilidad política, económica o civil, de acuerdo con caricaturistas, editores, analistas y defensores de los caricaturistas que fueron entrevistados por el CPJ. Si bien los caricaturistas utilizan el humor, la hipérbole y la insinuación para transmitir su mensaje, a menudo son objeto de hostigamiento exactamente porque sus descripciones satíricas, ya sean abiertas o solapadas, son capaces de comunicar ideas políticas complejas de una manera que es accesible para audiencias masivas y que encuentra eco en ellas.
“Casi que hay una fórmula que podemos reconocer bien por adelantado que nos dice cuándo la situación se está tornando riesgosa para los caricaturistas”, expresó Robert Russell, director ejecutivo de Cartoonists Rights Network International, una organización de defensa y monitoreo radicada en Estados Unidos. “Cualquier estado fallido o líder [en una posición frágil] que se aproxima ya sea a unas elecciones o a algún tipo de transición política, siempre reprime a los caricaturistas en períodos de inseguridad y conflicto”.
Aunque las redes sociales y otras plataformas basadas en la Internet que privilegian mensajes contundentes y concisos, han aumentado la visibilidad y el alcance de las caricaturas, la capacidad inherente que posee este medio para transcender fronteras e idiomas ha aumentado simultáneamente los riesgos para aquéllos que dibujan y difunden imágenes provocadoras, encontró el CPJ.
“En muchos lugares, las caricaturas están llegando a más personas que nunca gracias al surgimiento de las redes sociales”, manifestó Aseem Trivedi, caricaturista indio que fue detenido temporalmente y enfrentó una pena de cadena perpetua por sus dibujos sobre la endémica corrupción política, entre ellos una imagen que describía al Parlamento indio como un inodoro. Los cargos de sedición formulados contra él fueron abandonados en 2012. “Si hay un mensaje que aborda una cuestión mayor, sus probabilidades de convertirse en viral y difundirse a las masas son elevadas”, sostuvo Trivedi, cuyas caricaturas aparecen en medios impresos y digitales, y a menudo son compartidos en las redes sociales.
Para muchos caricaturistas, esa fluidez y alcance han sido un arma de doble filo. Gobiernos represivos y grupos extremistas han tomado represalias contra aquellos que han parodiado o dibujado la imagen del profeta Mahoma, un delito de conformidad con las leyes sobre la blasfemia en muchos países musulmanes. El incremento en la penetración de la Internet les ha permitido a los enemigos de la prensa en todas partes del mundo poder monitorear y responder más fácilmente a las caricaturas que consideran censurables.
“Tanto los gobiernos como los intolerantes siguen muy de cerca las redes sociales, en busca de cualquier señal de comentarios adversos”, aseveró Russell, quien agregó que la libre circulación de noticias e información de la Internet ha movilizado y radicalizado a enormes audiencias nuevas. “Lamentablemente el mundo se está dando cuenta del poder y la influencia de los caricaturistas, [y ha respondido] por medio del ejercicio de la violencia y el asesinato”.
“Seguiré dibujando hasta la última gota de mi tinta”.
– Zunar
El asesinato de 12 personas, entre ellos ocho periodistas y caricaturistas de Charlie Hebdo, en París el 7 de enero puso de relieve esos riesgos de una manera trágica. En uno de los ataques más mortíferos contra la prensa jamás documentados por el CPJ, dos sujetos abatieron a disparos al personal de la revista, entre ellos al director Stéphane Charbonnier, en aparente represalia por sus retratos satíricos del profeta Mahoma. Informes de prensa que citaron a testigos mencionaron que los pistoleros gritaron “Allahu akbar” (“Dios es grande”) y se refirieron al profeta durante el ataque.
Las disímiles respuestas globales a los asesinatos se dividieron entre los partidarios de la libertad de expresión y los de la santidad religiosa, una brecha que ha puesto a prueba el tejido social de muchos países occidentales culturalmente diversos y ha puesto en peligro a caricaturistas editoriales que se atrevieron a parodiar cuestiones religiosas. Como muestra de solidaridad con Charlie Hebdo y para apoyar la libertad de expresión, Russell sostiene que su organización publicó más de 500 caricaturas de autores satíricos de todo el mundo. Pero a medida que las muestras iniciales de apoyo mermaron, se suscitó un debate en torno a si Charlie Hebdo debía ser proclamado como campeón de la libertad de expresión.
En gran medida ese debate se centró en la línea editorial de la revista. Por un lado, algunos comentaristas argumentaron que el semanario rompía con un principio de la caricatura política al atacar a los que no tienen poder en lugar de atacar a los poderosos, mientras que otros afirmaron que utilizaba estereotipos raciales. El PEN American Center, que este mes le otorgó su Premio al Coraje en Libertad de Expresión a Charlie Hebdo, objetó ese análisis en un artículo de opinión publicado en The New York Times. Al defender su decisión, la organización de libertad de expresión citó el objetivo declarado de Charbonnier de “banalizar” todos los discursos considerados como demasiado peligrosos para debatir.
Los asesinatos en Charlie Hebdo han tenido el efecto opuesto, lo cual se observa en la difusión de medidas contra expresiones “ofensivas” y en el aumento de la vigilancia contra los medios en nombre del combate al terrorismo. Un StoryMap elaborado por el CPJ mostró cómo la reacción al ataque y al contenido de la revista se extendió por el planeta independientemente del idioma. Algunas autoridades argumentaron que estaban tratando de prevenir que se repitiera la violenta respuesta ante los dibujos del profeta Mahoma publicados por el periódico danés Jyllands-Posten en 2005. Las caricaturas de ese caso, con amplia circulación en la Internet, incluían un dibujo del caricaturista Kurt Westergaard que mostraba al profeta con una bomba con la mecha encendida en el turbante.
Airados manifestantes se lanzaron a las calles en varios países de mayoría musulmana, con un saldo de aproximadamente 200 muertos, según informes de prensa. Los editores que reprodujeron las imágenes fueron despedidos, arrestados o encarcelados, y un puñado de publicaciones fueron suspendidas o cerradas, según datos del CPJ. En 2013, la revista digital yihadista de Al-Qaeda Inspire nombró a Westergaard y a dos de sus colegas del Jyllands-Posten en una lista de “infieles” que serían objetivo de asesinato, según informes de prensa.
Westergaard continúa enfrentando amenazas de muerte. Según versiones periodísticas, en 2008 la policía neutralizó un complot de asesinato planificado por extremistas locales vinculados a una organización terrorista trasnacional. En 2010, un atacante que portaba un hacha intentó ingresar a un cuarto de seguridad que Westergaard había construido en su hogar por recomendación de las autoridades danesas luego de que se descubriera el primer complot contra él. Una década después de la publicación de la polémica caricatura, Westergaard continúa viviendo con protección policial, según versiones noticiosas. “Ha creado mucho miedo. Yo también tengo miedo”, Westergaard declaró a la BBC a raíz de los asesinatos en Charlie Hebdo. “El miedo por [los ataques] no desaparecerá. Durará por mucho tiempo. Por supuesto, habrá algún tipo de autocensura, y de cierto modo ese es el peor tipo de censura”.
“Mis lectores tienen la libertad de quejarse tan enérgica y detestablemente como lo deseen, pero sencillamente no tienen el derecho de dispararme”.
– Signe Wilkinson
Jonathan Shapiro, un caricaturista sudafricano conocido como “Zapiro”, hizo eco de ese sentimiento en una entrevista con el CPJ. “Los caricaturistas de todo el mundo están paralizados por el miedo a la posibilidad de que se repitan ataques similares”, señaló Zapiro. Una caricatura que él dibujó para el diario sudafricano Mail & Guardian en 2010, y que mostraba al profeta Mahoma acostado en el diván de un sicólogo mientras se lamentaba de que “Otros profetas tienen seguidores con sentido del humor”, fue seguida de varias amenazas de muerte, relató el caricaturista. El periódico presentó una disculpa voluntaria por la caricatura, que había sido dibujada en respuesta a la reacción ante una página de Facebook que exhortaba a todo el mundo a dibujar al profeta.“No importa dónde te encuentres, alguien verá [tus caricaturas] y pudiera reaccionar con violencia”, afirmó.
Los autores satíricos admiten que deben estar dispuestos a emitir y recibir críticas en la era de la Internet. “Los caricaturistas también deben aceptar reacciones negativas”, sostuvo Signe Wilkinson, una caricaturista editorial estadounidense y ganadora del premio Pulitzer. “A mí me han llamado anticatólica, antimusulmana y ‘la Goebbels del feminismo’ –se trata de una persona a la que jamás traté de emular–”, expresó Wilkinson, quien ha alcanzado renombre sobre todo por su trabajo para el diario Philadelphia Daily News. “Mis lectores tienen la libertad de quejarse tan enérgica y detestablemente como lo deseen, pero sencillamente no tienen el derecho de dispararme”.
Otros caricaturistas que recibieron amenazas de elementos extremistas, han marchado al exilio o se han ocultado. Arifur Rahman, un galardonado caricaturista bangladesí, fue arrestado en 2007 en virtud de la Ley de Poderes Especiales de su país luego de que clérigos musulmanes locales notaran que una de sus caricaturas, publicada en el semanario Alpin, presentaba al profeta Mahoma como un gato.
A raíz de protestas en la capital, Dhaka, el periódico se disculpó y despidió a su subdirector, Rahman contó al CPJ. Rahman permaneció más de seis meses en detención preventiva, fue objeto de fatwas por parte de clérigos de la mezquita nacional Baitul Mukarram que reclamaron su muerte, e hizo frente a acusaciones de blasfemia interpuestas por un imán, y ante todo ello solicitó y recibió asilo en Noruega.
Rahman fue procesado y sentenciado in absentia a una pena de dos meses de cárcel en 2009 por una caricatura que, según él, fue completamente malinterpretada. El periódico editor del semanario, Prothom Alo, estuvo a punto de perder su licencia de publicación; y Rahman expresó que los periódicos locales ya no publicaban sus caricaturas. La pena de cárcel no cumplida y la amenaza de muerte pendiente, explicó Rahman, significan que para él nunca será seguro regresar a visitar a la familia y a los amigos. Inclusive luego de varios años en el exilio, Rahman intenta pasar desapercibido, y borra cualquier referencia en la Internet que pudiera revelar dónde trabaja o reside.
“Las personas religiosas siempre andan buscando la blasfemia por todas partes, pero nosotros los caricaturistas simplemente tratamos de hacer reír a la gente”, afirmó Rahman, quien se desempeña como caricaturista freelance en Oslo, y a menudo ridiculiza el extremismo religioso y el terrorismo que pretenden actuar en representación del Islam. “Antes de Charlie Hebdo no podía imaginar que alguien mataría solamente por un dibujo. … Temo que alguien todavía pueda estar buscándome”. Su temor no es infundado: este año, tres blogueros bangladesíes que habían sido críticos de cuestiones religiosas fueron asesinados con armas cortantes en tres ataques por separado en Dhaka. Se cree que extremistas islámicos fueron los autores de los asesinatos.
El temor a las represalias por parte de radicales islámicos llevó a la caricaturista Molly Norris a ocultarse en 2010 luego de hacer un humorístico llamado en su página de Facebook en favor del “Día para Todos Dibujen a Mahoma”. La caricatura de Norris no describía directamente al profeta Mahoma, pero incluía caricaturas de una taza de té, un dedal y una ficha de dominó, según informes de prensa.
Norris recibió amenazas de muerte por parte de extremistas religiosos, entre ellos el clérigo miembro de Al-Qaeda y radicado en Yemén Anwar al-Awlaki quien, antes de ser muerto en 2011, escribió un artículo en Inspire donde decía que las caricaturas de Norris la convertían en un “objetivo principal” de asesinato. Norris recibió la recomendación del FBI de “desaparecer” cambiando de identidad, hogar y empleo para prevenir posibles represalias. Su antiguo editor, Mark Baumgarten, declaró que no se había tenido noticias de Norris desde que ella enviara un breve correo electrónico de despedida en el último trimestre de 2010.
“Las personas religiosas siempre andan buscando la blasfemia por todas partes, pero nosotros los caricaturistas simplemente tratamos de hacer reír a la gente.”
– Arifur Rahman
“La prensa es una fuerza poderosa –ya sea un periódico internacional o el blog de un caricaturista– y debemos ser muy cuidadosos con ese poder y estar muy seguros de lo que estamos haciendo con él”, expresó Baumgarten, jefe de Redacción del semanario Seattle Weekly y exeditor ejecutivo de City Arts, publicaciones con las cuales Norris colaboraba con regularidad. “Molly tenía motivación pero, juzgando por su respuesta a la creciente amenaza, no había comprendido los riesgos y terminó en una situación para la cual ella no estaba preparada”.
Russell, el defensor de los derechos de los caricaturistas, expresó: “No creo que muchos estadounidenses comprendan que una caricaturista en medio de nosotros haya tenido que ingresar a lo que en la práctica es una versión del programa de protección de testigos del FBI”. Russell agregó: “[Norris] ha tenido que separarse de los amigos, los colegas, la profesión y la familia para poder garantizar su seguridad. … Todo país que proteja la libertad de expresión debe entender esto y comenzar a sopesar los costos”.
En países donde se restringe la libertad de expresión, con frecuencia la amenaza más grave es el gobierno. Jonathan Guyer, investigador y editor radicado en El Cairo que ha escrito frecuentemente sobre el papel de los caricaturistas en el Medio Oriente y la región norte de África, expresó que las caricaturas a menudo representan algunas de las opiniones políticas más contundentes cuando las voces opositoras y los medios críticos son asfixiados.
Las investigaciones de Guyer demuestran que los caricaturistas emplean símbolos, sutilezas y lenguaje codificado para evadir la censura, desafiar el status quo y cuestionar las narrativas oficiales en formas que los periodistas impresos con frecuencia no pueden imitar en regímenes represivos. “La atracción de una caricatura es siempre más visual”, explicó Guyer. “Los caricaturistas utilizan todo tipo de alternativas y trucos” para que “las críticas duras no sean reconocidas fácilmente. … Por definición, los caricaturistas son personas que se arriesgan”.
Las fulminantes imágenes sobre el régimen del presidente Bashar al-Assad dibujadas por el caricaturista sirio Ali Ferzat personifican esa audacia, según Guyer. Esa valentía editorial fue obtenida a un elevado saldo personal: en 2011, Ferzat fue secuestrado por sujetos no identificados que deliberadamente le aplastaron las manos para impedir que dibujara, antes de dejarlo al borde de un camino, según datos del CPJ. Ferzat, quien en la actualidad vive exiliado en Kuwait, relató al diario The Guardian en 2013 que al principio tenía miedo de comenzar a dibujar de nuevo pero, expresó, “Si no estoy preparado para correr riesgos, no tengo derecho a llamarme a mí mismo un artista. Si mi trabajo no tiene ninguna misión o ningún mensaje, bien podría dedicarme a pintor y a decorador”.
Irritables líderes nacionales con frecuencia se vengan de los caricaturistas que son explícitos con sus metáforas. El caricaturista sudafricano Zapiro provocó la ira del presidente Jacob Zuma por una caricatura que insinuaba gráficamente que el líder había pisoteado al Poder Judicial para ser absuelto en un caso de violación en 2006.
En una mordaz caricatura, Zuma se desabrocha los pantalones mientras miembros del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés), del Congreso de Sindicatos Sudáfricanos y del Partido Comunista Sudafricano sujetan contra el piso a una mujer vendada que lleva una banda con el letrero “sistema de justicia”. En la caricatura un miembro del ANC aparece diciendo: “Go for it, boss” (“Adelante, jefe”).
“Muchas veces la justicia es representada por la figura de una mujer, un símbolo heredado de los romanos y los griegos. En combinación con una escena de violación colectiva política, representó una metáfora muy impactante de lo que yo sentí que Zuma le estaba haciendo al sistema de justicia”, explicó Zapiro acerca de la imagen, que inspiró una serie de caricaturas de la “Señora Justicia” críticos de Zuma y su gobierno encabezado por el ANC.
“El humor y la sátira generalmente molestan a los que tienen un gran ego“.
– Bonil
En 2008, Zuma presentó una demanda por difamación contra Zapiro y el periódico Sunday Times, que publicó la imagen. Zuma solicitó una indemnización de 5 millones de rands (aproximadamente USD 400,500 en la actualidad) con el argumento de que la caricatura le había causado perjuicio a su dignidad. Sin dejarse intimidar y en actitud desafiante, Zapiro dibujó una nueva imagen de Zuma con los pantalones desabrochados mientras se acercaba a una mujer que llevaba la inscripción “libertad de expresión” y que estaba sujetada por un miembro del ANC.
Luego de casi cuatro años de procesos judiciales, Zuma retiró los cargos con el argumento de que le preocupaba que un veredicto de culpabilidad sentara un precedente en materia de libertad de expresión, según una declaración oficial citada en informes de prensa. En el momento que retiró la demanda, Zuma tenía 12 demandas por difamación pendientes contra los medios, según informes de prensa. “Cuando los políticos apelan a las demandas, es una forma de intimidación fuerte, una manera de aplastar a los periodistas”, sostuvo Zapiro. “Afortunadamente, pudimos enfrentarnos a él hasta lograr que cediera”.
En otros ejemplos, los periódicos aparentemente han cedido a las presiones del gobierno. Cuando la caricaturista Rayma Suprani colocó la imagen de un electrocardiograma normal con la palabra “Salud”, encima de otra imagen con las palabras “Salud en Venezuela” que convertía la firma del difunto presidente Hugo Chávez en una línea plana de electrocardiograma, los editores del periódico El Universal la despidieron a pocas horas de la publicación de la imagen, Suprani relató al CPJ.
“Lo que en realidad molesto fue la utilización de la firma del difunto presidente Chávez en la caricatura, la cual desmontaba toda una iconografía sagrada que el gobierno quiere vender a los venezolanos”, afirmó Suprani en referencia al gobierno actual del presidente Nicolás Maduro. “La utilización de esta firma en los edificios públicos, apartamentos de vivienda, se vio desmontada en su intención cuando se comparó con un electrocardiograma fallido y un paciente muerto como el estado de la salud de los venezolanos”.
Suprani, una veterana de 19 años en El Universal, señaló que el tono crítico de su caricaturas comenzaron a fastidiar a sus editores poco después de que la publicación fuera adquirida en 2014 por un consorcio anónimo de inversionistas privados cuya identidad, según Bloomberg, está protegida mediante cláusulas contractuales. Suprani, y otras personas citadas en informes de prensa, han sostenido que el grupo se ha aliado a Maduro. Desde que los nuevos propietarios asumieron el control, varios periodistas han sido despedidos o han renunciado en protesta por la línea editorial del periódico, que perciben como progobiernista, según datos del CPJ. (El Universal no respondió a las preguntas del CPJ sobre las denuncias de censura pro gobierno).
“Semanas antes de mi despido, empecé a tener censura de parte de mis editores, [hacían] preguntas como ‘¿No tienes otra opción para publicar mañana?’”
– Rayma Suprani
“Semanas antes de mi despido, empecé a tener censura de parte de mis editores, [hacían] preguntas como ‘¿No tienes otra opción para publicar mañana?’”, expresó Suprani, quien en la actualidad publica sus caricaturas en sitios web independientes. “La idea es que tratan de hacerte ver que tú puedes bajar el tono y no perder tu trabajo. Pero esto en mi caso era imposible ya que soy una persona altamente comprometida con las libertades y con mi trabajo”.
El Universal no respondió a una solicitud del CPJ para que aportara algún comentario sobre las afirmaciones de Suprani de que la despidieron por su caricatura, o que los editores intentaron censurarla.
El caricaturista ecuatoriano Xavier Bonilla, conocido como Bonil, enfrentó la censura gubernamental por sus incisivas caricaturas del gobierno del presidente Rafael Correa. El CPJ documentó cómo la Superintendencia de Información y Comunicación (SUPERCOM), un organismo estatal que monitorea el contenido de los medios y que fue creado durante la gestión de Correa, dictaminó en 2014 que Bonil debía “rectificar” una caricatura que hacía alusión a un allanamiento policial contra la casa de un periodista que investigaba una demanda gubernamental contra la empresa de energía Chevron por la presunta degradación ambiental en la Amazonia. A su periódico, El Universo, le aplicaron una multa equivalente a un porcentaje de sus ingresos trimestrales, una suma de aproximadamente USD 95,000.
Este año, SUPERCOM dictaminó que uno de los montajes caricaturescos de Bonil que se burlaba de un torpe discurso pronunciado por un jugador de fútbol convertido en político y perteneciente al partido de Correa, representaba “discriminación socioeconómica”. El dictamen obligó a El Universo a publicar una disculpa por siete días consecutivos en los espacios de la publicación impresa y la digital donde las ilustraciones de Bonil aparecen habitualmente. SUPERCOM también le aconsejó a Bonil “rectificar y mejorar” sus prácticas periodísticas y acatar la Ley de Comunicación –una ambigua ley adoptada en 2013 que según las investigaciones del CPJ ha sido aplicada para suprimir las críticas de los medios–.
Bonil contó al CPJ en abril que los fiscales estatales estaban reuniendo pruebas para analizar la posibilidad de presentar cargos penales por la caricatura. “No importa lo que suceda, necesito enfrentar el desafío, no ceder al miedo, y tratar de ser más creativo”, expresó Bonil al tiempo que reconoce que ha evitado tocar temas políticamente sensibles para evitar más actos de hostigamiento gubernamental. “El humor y la sátira generalmente molestan a los que tienen un gran ego. … Por ello a menudo digo que nosotros los caricaturistas somos las palomas que empañan el brillo de las estatuas de los arrogantes que piensan que nacieron inmortales”.
La libertad de dibujar también es blanco de ataque en las situaciones de conflicto, de acuerdo con las investigaciones del CPJ. El caso de Prageeth Eknelygoda, caricaturista y periodista de Sri Lanka que desapareció cuando regresaba del trabajo al hogar en enero de 2010, es un buen ejemplo. El caricaturista desapareció durante la campaña militar emprendida por el entonces presidente Mahinda Rajapaksa para someter a los rebeldes tamiles en la región norteña de la isla nación.
En una caricatura de amplia circulación, Eknelygoda dibujó a una mujer semidesnuda que se sienta ante un grupo de sonrientes hombres y en la pared detrás de ella aparecen las palabras “la preferencia de la mayoría es la democracia”. La imagen mezclaba dos temas tabú: por una parte las violaciones de los derechos humanos, ampliamente documentadas, cometidas por el gobierno de Rajapaksa, entre ellas acusaciones del empleo de la violación como un arma; y, por otra, la marginación de grupos minoritarios bajo el gobierno de mayoría étnica singalesa.
De acuerdo con la esposa de Eknelygoda, Sandhya, en el momento de su aparente secuestro él investigaba el presunto empleo de armas químicas por parte del gobierno en zonas tamiles. El caricaturista también había planificado una exposición de caricaturas titulada “Arte de las Cavernas del Siglo XXI” en la capital comercial, Colombo, días antes de unas elecciones en las que Rajapaksa salió victorioso. Antes de desaparecer, Eknelygoda, quien informaba para el sitio de noticias independiente Lanka E-news, había sido secuestrado por sujetos no identificados y había recibido amenazas telefónicas por sus artículos, según las investigaciones del CPJ.
Sandhya declaró que aunque no puede señalar ninguna imagen en particular que pueda haber llevado a la desaparición del esposo, ella cree que sus caricaturas “provocaron una respuesta”. “Al revisar su colección de caricaturas, se puede entender la situación política y económica del país en ese período”, Sandhya manifestó al CPJ por correo electrónico. “Su intención era despertar a las personas que estaban dormidas, con miedo del régimen de Rajapaksa, mediante sus caricaturas ya que todos podían comprenderlas fácilmente”.
Si bien algunos exponentes de la caricatura política deliberadamente ocultan el significado de las caricaturas, los autores satíricos también han sido víctima de persecución cuando se malinterpretan sus intenciones. El caricaturista iraní Mana Neyestani fue encarcelado y obligado a marchar al exilio en 2007 por una caricatura que mostraba a un niño que conversaba con una cucaracha. Parte de una serie humorística de imágenes sobre cómo repeler insectos, dedicada a jóvenes lectores y publicada en la revista gubernamental Iran-e-jomee, la caricatura fue interpretada como un insulto al grupo minoritario azerí porque la antropomórfica cucaracha aparecía hablando una palabra en su dialecto, según Neyestani. La reacción provocó que lo detuvieran por “publicar materiales provocativos y fomentar la discordia”.
“Los manifestantes consideraron a la caricatura como un elemento de una conspiración gubernamental contra los azeríes. El gobierno me acusó de perturbar la seguridad nacional. Algunos me llamaron racista; otros me llamaron perturbador de la seguridad social. Mi narrativa estaba completamente ausente”, afirmó Neyestani, quien agregó que la imagen había sido interpretada fuera de contexto. “Creo que los azeríes utilizaron mi caricatura como pretexto para protestar y mostrarle su ira al gobierno por causa de la humillación histórica que han sufrido” mediante leyes y prácticas discriminatorias.
A finales de 2014, Neyestani publicó An Iranian Metamorphosis (“Una metamorfosis iraní”), un libro de ilustraciones que relata, con detalles kafkianos, el peligroso viaje desde su estancia de tres meses en una prisión iraní hasta sus cinco años en el limbo internacional mientras solicitaba el asilo político, terminando con la vida de caricaturista exiliado en Francia. El período de turbulencia, afirmó Neyestani, le ha otorgado una perspectiva única desde su nueva casa, París, sobre los asesinatos en la sede de Charlie Hebdo.
“Demostró que dondequiera que un caricaturista viva, no estará seguro –inclusive en el corazón de la democracia y la libertad te pueden matar por causa de tu trabajo–”, expresó Neyestani, quien actualmente dibuja caricaturas para los sitios de noticias iraníes críticos operados por exiliados IranWire, Radio Zamaneh y Tavaana. “Siempre digo que un caricaturista es como un paracaidista: saltamos desde el avión incluso si tenemos mucha ansiedad. Es nuestro trabajo y nuestra pasión, y por ello saltamos con la esperanza de que tendremos un aterrizaje seguro”.
Shawn W. Crispin, periodista radicado en Tailandia, es el representante sénior del CPJ para el sudeste asiático. El investigador asociado del programa de Asia del CPJ, Sumit Galhotra, colaboró con informaciones desde Nueva Delhi, India. La investigadora asociada del programa de las Américas del CPJ, Sara Rafsky, apoyó con traducciones en español.
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