Importación China

Rusia intenta emular el modelo de control de la información de Beijing
Por Emily Parker

Rusia ha emprendido un ambicioso experimento social. Hace apenas unos años, los rusos disfrutaban de una Internet libre en su mayor parte. Ahora, el Gobierno ruso mira hacia Beijing, e intenta imitar el modelo chino de control de la Internet. No obstante, el Kremlin probablemente descubrirá que, una vez que a las personas les otorgan libertad de Internet, no es tan sencillo quitársela completamente.

ÍNDICE

Attacks on the Press book cover
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Viví en Moscú en 2010, luego de dedicar años a investigar el activismo de Internet en China. Rápidamente descubrí que Rusia y China tenían actitudes muy diferentes con respecto a la Internet. China poseía incontables censores humanos y filtros automáticos para palabras clave, así como un cortafuegos que bloqueaba grandes cantidades de contenido “sensible”. En Rusia, por el contrario, se podía encontrar casi cualquier información en la Web. Las autoridades no dedicaban mucho esfuerzo a censurar la Internet porque la Internet no representaba una amenaza política.

Todo esto cambió a finales de 2011 y principios de 2012, cuando Moscú presenció las mayores protestas antigubernamentales desde el final de la Unión Soviética. Los medios sociales desempeñaron un papel significativo en la organización de esas protestas, y el presidente ruso Vladimir Putin tomó nota de ello. Una oleada de nuevas reglas sobrevino, entre ellas una ley que les otorgó a las autoridades rusas el poder de bloquear el contenido de Internet.

El Kremlin comprobará que es muy difícil imitar a China, porque, aceptémoslo, el gobierno chino ha conseguido con gran éxito permitir el acceso a la Internet en sus propios términos. China cuenta con 700 millones de cibernautas, así como posee grandes restricciones al flujo de información. El Gran Cortafuegos de China ha bloqueado sitios extranjeros tales como Twitter, Facebook y YouTube, y medios como The New York Times y The Wall Street Journal. Los censores humanos, quienes con frecuencia trabajan en empresas tecnológicas chinas, monitorean y editan las conversaciones en el ciberespacio.

El primer ministro ruso Dmitry Medvedev utiliza un smartphone en el Campeonato Mundial de Natación de Kazán, Rusia, en agosto de 2015. El Gobierno ruso intenta ejercer el control sobre la Internet. (Reuters/Hannibal Hanschke)
El primer ministro ruso Dmitry Medvedev utiliza un <em>smartphone</em> en el Campeonato Mundial de Natación de Kazán, Rusia, en agosto de 2015. El Gobierno ruso intenta ejercer el control sobre la Internet. (Reuters/Hannibal Hanschke)

Las autoridades rusas al parecer admiran este enfoque. En 2016, el exdirector del organismo chino de administración de la Internet, Lu Wei, y el arquitecto del Gran Cortafuegos, Fang Binxing, visitaron Moscú para reunirse con una organización llamada la Liga por una Internet Segura. A principios de noviembre de 2016, un tribunal ruso ratificó la decisión de bloquear a LinkedIn, con lo cual emitió un sonido de alerta a las empresas de Internet extranjeras que tienen actividades en el país. La ley rusa exige que los sitios web que almacenen los datos personales de los ciudadanos rusos, lo hagan en servidores rusos. Google, Twitter y Facebook se arriesgan a que los bloqueen en Rusia si se niegan a almacenar tales datos personales en suelo ruso.

Tanto Rusia como China han dejado claro que desean regular la Internet como lo consideren apropiado. El presidente chino Xi Jinping ha resaltado la importancia de la soberanía en la Internet, que en esencia significa que cada país por su cuenta debe tener el derecho de escoger su propio modelo de gobernanza del ciberespacio. En este contexto, “soberano” puede traducirse aproximadamente a “libre de injerencia estadounidense”. Putin ha llevado esta idea inclusive más lejos al referirse a la Internet como un “proyecto de la CIA”. Según esta lógica, Rusia necesita proteger de manera proactiva sus propios intereses en la esfera informativa, ya sea reprimiendo a la disidencia virtual o utilizando la Internet para diseminar su propia versión de los hechos. Falta por ver si, y cómo, la relación de Trump con Putin afectará el enfoque del Kremlin respecto a la gobernanza de la Internet.

Andrei Soldatov, experto de Internet ruso y autor del libro The Red Web (La Red roja), afirma que el Kremlin “ciertamente busca algo cercano al enfoque de China en estos momentos, principalmente porque muchas otras cosas fracasaron: filtrar tiene muchos agujeros, las plataformas globales desafían las leyes locales y siguen estando disponibles”. Soldatov sostiene que al Gobierno ruso le gustaría poner la “infraestructura crítica” bajo el control directo del Gobierno, como por ejemplo el sistema nacional de distribución de dominios, los puntos de intercambio de Internet y los cables que cruzan fronteras. Pero este enfoque, que puede no resultar exitoso, es más una medida de emergencia que un intento realista por regular la Internet de manera cotidiana.

Probablemente ya sea demasiado tarde para aislar a Rusia completamente de la World Wide Web. China, por otro lado, reconoció desde el principio que la Internet era una oportunidad y una amenaza al mismo tiempo. China quería disfrutar las ventajas económicas de la conectividad sin sacrificar el control político. “La Internet rusa está muy bien conectada y es muy competitiva”, explica Leonid Volkov, político opositor y fundador de la Sociedad de Protección de la Internet de Rusia. “La Internet china se desarrolló como una estructura muy cerrada desde el mismo comienzo; la Runet, no”.

La aislada cultura de Internet de China ha dado origen a formidables empresas nacionales. En una época era fácil desestimar a los actores de tecnología locales de China y catalogarlos de simples “imitadores” –Sina Weibo imitando a Twitter, Baidu imitando a Google y así por el estilo–. Pero en la actualidad, algunas de estas empresas, particularmente WeChat de Tencent, se han vuelto tan poderosas que pronto podríamos ver a empresas occidentales imitándolas. Los actores nacionales chinos se han vuelto tan exitosos que muchos usuarios de Internet no echan de menos a sus competidores occidentales.

Se podría argumentar que los logros de estas empresas se deben en gran medida al hecho de que las autoridades bloquearon a Facebook y a Twitter, y a que Google dramáticamente abandonó el país, citando preocupaciones en torno a la censura y la ciberseguridad. En Rusia, por otra parte, las empresas tecnológicas estadounidenses como Google han logrado significativos avances. Facebook puede no ser tan popular como la red social rusa VKontakte (VK), pero la plataforma estadounidense cuenta con apasionados seguidores, en particular entre los activistas políticos. “La audiencia de Facebook es mucho más pequeña que la de VK”, sostiene Volkov. Pero, agrega, esos usuarios forman “toda la élite cultural, científica y política. En mi opinión, los tomadores de decisiones del Kremlin claramente se dan cuenta: el daño potencial de bloquear a Facebook es mayor que el beneficio potencial”.

Soldatov coincide. “VK es popular entre una audiencia completamente diferente. La audiencia de Facebook es mucho más leal a la plataforma, en su mayor parte pertenece a la intelectualidad avanzada urbana. Ellos aprendieron a usar Facebook poco antes o durante las protestas de Moscú y no renunciarán a él por causa de la presión: ellos utilizan a Facebook como el lugar para debatir, no para compartir imágenes de gatos”.

Ello suscita una interrogante aun mayor: ¿cómo puede un gobierno privar a los ciudadanos de una libertad de Internet que una vez disfrutaron? Por lo menos hay algunas señales de que los usuarios de Internet rusos se resistirán. Una petición rusa en protesta contra leyes antiterrorismo que amenazarían la libertad de Internet, reunió más de 100,000 firmas en apenas poco más de un mes. Los rusos también salieron a protestar, y transmitieron el mensaje de que “la Internet nos pertenece”.

Ni siquiera China puede controlar completamente la Internet. Las personas que están decididas a buscar información pueden encontrar una herramienta, por ejemplo una red privada virtual, para eludir el cortafuegos. Por ejemplo, China alberga una comunidad de Twitter relativamente pequeña pero enérgica, pese al hecho de que el servicio esté bloqueado. Los censores rusos enfrentarán el mismo desafío. En los últimos años, los rusos han aumentado sostenidamente el uso de Tor, un navegador que puede utilizarse para eludir la censura. Como observó un artículo de Global Voices: “El aumento en la censura se correlaciona estrechamente con la creciente tendencia de interés en Tor”.

Si bien el Gobierno ruso utiliza la Internet y otros medios para diseminar su propia propaganda, Putin también comprende que la tecnología puede ser un arma de la oposición. La Internet por sí sola no provocará una revolución en Rusia, pero si surgiera una coyuntura revolucionaria, la tecnología sería una poderosa herramienta para la organización. Beijing comprendió esto hace mucho tiempo, y ahora el Kremlin también lo entiende.

Emily Parker es autora del libro de no ficción Now I Know Who My Comrades Are (“Ahora sé quiénes son mis camaradas”), sobre el activismo de Internet en China, Cuba y Rusia, y fue reportera de The Wall Street Journal y The New York Times.