Respondiendo al abuso en la Internet

Ana Freitas, periodista brasileña de 26 años que cubre la cultura pop, recordó cómo en una ocasión a ella le costó convencer a un editor del medio noticioso YouPix de publicar un artículo que ella había escrito sobre la mala acogida que las mujeres y las minorías tenían en los foros de comentarios relacionados con videos de la cultura pop, películas, historietas o videojuegos.

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Attacks on the Press book cover
Attacks on the Press book cover

En esa época, Freitas era una periodista freelance, y aunque el editor elogió la calidad del artículo, el periódico declinó publicarlo. “Ellos no querían ese tipo de atención”, señaló la periodista durante una charla sobre la violencia contra la mujer en la Internet, organizada en el Foro de Gobernanza de la Internet de João Pessoa, Brasil, en noviembre de 2015.

Freitas explicó que ella acabó publicando el artículo en HuffPost Brasil e inmediatamente comenzó a recibir crueles amenazas en los medios sociales. Su información personal fue divulgada en la Internet, lo cual se conoce como doxxing, y ella recibió paquetes llenos de gusanos en su casa. La periodista abandonó su hogar durante varias semanas temiendo por su integridad física y la de su familia.

Una de las repercusiones de los ataques virtuales fue que los editores dejaron de aceptar sus trabajos. “Ya no puedo trabajar como periodista freelance”, aseguró Freitas. Los atacantes virtuales la despojaron de ese sustento.

“Sería bueno si durante este proceso de repensar su papel en la sociedad, las empresas de medios se dan cuenta de que es muy, muy esencial que ellas respalden a las personas que trabajan para ellas, ya sean o no periodistas freelance”, expresó.

Luego de renunciar a trabajar como periodista freelance, Freitas comenzó a ejercer como redactora de plantel. En la actualidad escribe para Nexo Jornal, y sostuvo que su editor está enterado de lo que sucedió, y agregó: “Todavía lo pienso dos veces antes de proponer un artículo que hable sobre las minorías. Eso no debería suceder”.

Freitas también fue objeto de ataques en la Internet por otro artículo sobre la cultura pop que escribió en 2011, cuando ejercía de reportera de plantel del diario O Estado de São Paulo, y en ese caso, el periódico difundió la situación publicando un editorial en respaldo, y le asignó un auto para viajar de ida y vuelta a la oficina, refirió la periodista. Los ataques se calmaron.

Pero los propietarios de las empresas de medios no siempre responden de esa manera y, como resultado de ello, muchas mujeres periodistas que son blanco de semejantes ataques se sienten obligadas a autocensurarse.

A los periodistas que enfrentan amenazas en la Internet, con frecuencia se les dice que se mantengan alejados de los medios sociales, pero la mayoría en la profesión considera que eso no es práctico. (Reuters/Albert Gea)
A los periodistas que enfrentan amenazas en la Internet, con frecuencia se les dice que se mantengan alejados de los medios sociales, pero la mayoría en la profesión considera que eso no es práctico. (Reuters/Albert Gea)

Un estudio interactivo de un año de duración realizado bajo los auspicios del Foro de Gobernanza de la Internet, sobre la temática de cómo contrarrestar el abuso virtual contra las mujeres y las niñas, llegó a la conclusión de que semejante abuso así como la violencia de género “inhiben el derecho de las mujeres a la libertad de expresión al crear ambientes en los cuales ellas no se sienten seguras para expresarse”. Las mujeres periodistas y los y las periodistas homosexuales, bisexuales o transexuales que también pertenecen a minorías, o que son extranjeros o extranjeras en los países donde trabajan, pueden enfrentar amenazas o actos de violencia adicionales.

“Los intentos por combatir y abordar el abuso y la violencia de género en la Internet, con frecuencia emanan del mundo desarrollado y también tienden a reflejar las condiciones, las percepciones culturales y las expectativas de los países desarrollados”, concluyó el estudio llevado a cabo por el Foro de Mejores Prácticas sobre el Abuso y la Violencia de Género contra Mujeres y Niñas del Foro de Gobernanza de la Internet de 2015.

Se han recopilado pocas estadísticas sobre el alcance del acoso y las amenazas virtuales contra las mujeres, al igual que sobre los y las periodistas homosexuales, bisexuales o transexuales que enfrentan muchos de los mismos tipos de ataques. Pero tales problemas tienen un carácter generalizado según numerosos estudios, entre ellos un estudio realizado conjuntamente por la Fundación Internacional de Mujeres en los Medios (International Women’s Media Foundation, IWMF) y el Instituto Internacional para la Seguridad de la Prensa (International News Safety Institute, INSI), así como el trabajo de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC), y amplia evidencia anecdótica, parte de la cual se divulga en otros ensayos de este libro.

Personas ajenas al periodismo y funcionarios de los organismos del orden público, con frecuencia sugieren que los periodistas que enfrentan amenazas virtuales se mantengan alejados de Twitter y Facebook, pero la mayoría de los periodistas considera esta respuesta como no práctica e insuficiente. Los periodistas son figuras públicas que dependen de los medios sociales tanto para hacer sus investigaciones como para difundir las noticias, así como para vincularse con su audiencia y construir su perfil público. Responder a los ataques abandonando su espacio en los medios sociales, en realidad puede contribuir a propagar el abuso, que puede pasar sin ser rebatido, y tener repercusiones económicas para el periodista.

Sin embargo, informar sobre el abuso recibido desde una plataforma de medios sociales con frecuencia se siente como algo inútil, ya que los pedidos de ayuda no reciben respuesta ni son confirmados, sostienen periodistas entrevistados para este artículo y que se han expresado públicamente sobre este tema.

Entrevistas con periodistas y la creciente polémica sobre la campaña #gamergate indican que algunos administradores de plataformas electrónicas y de medios sociales están conscientes de la necesidad de hacer más para empoderar a los usuarios para que combatan el abuso virtual, pero existen desacuerdos sobre si los intermediarios deben desempeñar un papel más proactivo, y en caso afirmativo, cómo. Google brevemente contempló la idea de implementar una política de nombres verdaderos y Twitter ha declarado que facilitará marcar las cuentas problemáticas. Todas las principales plataformas han sido objeto de críticas por la falta de transparencia en materia de denuncia y reparación, y por la exclusión de las perspectivas de las mujeres no europeas y no estadounidenses.

La periodista Aviva Rutkin propuso cinco pasos para la protección contra las amenazas virtuales, entre ellos guardar archivos de ellas y denunciar el abuso a las autoridades. Algunos gobiernos nacionales han tomado medidas para posibilitar una respuesta más efectiva. En Sudáfrica, la Ley de Protección contra el Acoso, promulgada en 2013, dispone que las plataformas de comunicaciones electrónicas presten asistencia a las órdenes judiciales de protección contra el acoso e impone sanciones por no suministrar la información necesaria.

En Estados Unidos, los usuarios pueden presentar quejas ante el Centro de Quejas sobre Delitos de Internet (Internet Crime Complaint Center, IC3) pero, al igual que en muchos otros países, una de las pocas vías legales a disposición de las víctimas que pretenden retirar fotos o videos que circulan en la Internet como parte de estas campañas de acoso, es la violación del derecho de autor. Utilizar las leyes sobre el derecho de autor para tratar de obtener una reparación es oneroso y puede prolongar el efecto perjudicial de los ataques virtuales al requerir que las víctimas envíen copias de las fotos ofensivas a las autoridades, con lo cual amplían su difusión y el daño ocasionado a las mujeres.

En muchas partes del mundo, inclusive en países que han establecido mecanismos especiales para enfrentar el abuso virtual, los funcionarios de los organismos del orden público casi nunca están preparados para lidiar con este tipo de quejas, y cabe la posibilidad de que perpetúen el daño al requerir que se amplíe la difusión del contenido ofensivo.

“La policía no tiene ni idea de cómo tratar estos ataques”, observó Freitas, la periodista brasileña, repitiendo una frase común entre los periodistas de todas partes del mundo.

“Uno de los principales obstáculos para lograr que las mujeres periodistas hablen sobre sus casos ha sido el sentimiento de vergüenza”, escribió Kiran Nazish en una columna publicada en el diario The New York Times sobre las amenazas contra las mujeres periodistas en Pakistán. “Las mujeres periodistas que denuncian sus dificultades son humilladas en público, y acosadas por los partidarios de los políticos y del establishment. Sus familias y colegas con frecuencia sufren junto con ellas”.

Otras han expresado sentimientos similares: que la decisión de hacer o no una denuncia pública es una cuestión clave que enfrentan las mujeres periodistas, ya que dicha publicidad puede ser un arma de doble filo. Por un lado, hacerlo puede crear la sensación de seguridad y camaradería. Por el otro, puede provocar incluso mayor rabia en la Internet y terminar en la violencia, como ha sucedido con la polémica en torno a la campaña #gamergate en Estados Unidos, que ha colocado a mujeres periodistas que cubren el sector de los videojuegos en la mirilla de violentos jugadores virtuales que han intentado destruir la trayectoria profesional de las periodistas y perseguirlas fuera de la Internet. #Gamergate fue una campaña de acoso contra las mujeres del sector de los videojuegos, la cual incluyó ataques contra periodistas y observadores que informaron sobre las amenazas de violación y muerte que acompañaron los virulentos mensajes.

Arzu Geybullayeva, periodista azerbaiyana que ejerce en Turquía, quien es la autora de un capítulo de este libro y fue blanco de ataques virtuales en 2014, ha seguido recibiendo periódicamente mensajes de odio, pero precisó que denunciarlo públicamente facilitó que ella lidiara con eso en el ámbito personal y profesional.

“Luego de que comencé a documentarlo, a compartirlo y a avergonzar a estas personas, fue más fácil”, aseguró. “Creo que ésta es la manera correcta de hacerlo, tomar capturas de pantalla, compartirlas y tuitear sobre estas personas. Incluso en algún momento tuve la idea de ir a los perfiles de estas personas y buscar alguna foto verdaderamente bonita y dulce de ellas y contrastarla con los horribles mensajes que enviaron. Todavía me gustaría hacerlo”.

Esta última fue una de las ideas formuladas en una charla sobre la violencia de género en la Internet, organizada en el marco del Foro sobre la Internet de Estocolmo en 2015. “El abuso no viene de monstruos, sino de personas comunes”, expresó Tanya Lokurt, periodista ciudadana de 34 años de edad y editora de Global Voices radicada en Ucrania. Esta periodista describió un episodio en el cual una activista rusa a favor de los derechos de los homosexuales, los bisexuales y los transexuales utilizó este método de nombrar y avergonzar para defenderse contra las amenazas de muerte que había recibido en los medios sociales. “Es una yuxtaposición muy interesante”, sostuvo la periodista, porque “en general, en la Internet rusa las personas no temen usar el nombre, no temen que se vincule su nombre”.

En el artículo que Rutkin escribió sobre cómo combatir las amenazas de violación y muerte efectuadas en la Internet, ella describió cómo otra periodista, la australiana Alanah Pearce, quien cubre el mundo de los videojuegos, notó que muchas de las personas que publicaban amenazas en su página de Facebook eran niños, y por tanto “comenzó a buscar el perfil de las madres y a enviarles capturas de pantalla de los mensajes en cuestión. Una escandalizada madre obligó al hijo a enviarle a Pearce una carta de disculpa escrita a mano”, según el artículo de Rutkin.

Otro remedio propuesto por el Foro de Mejores Prácticas es exigirles a los nuevos usuarios de una plataforma de medios sociales que completen un breve programa de formación sobre el comportamiento aceptable y cómo denunciar el abuso.

Prohibir el anonimato no es una panacea, según el informe del Foro de Mejores Prácticas, que subraya la complejidad de las posibles soluciones para reducir el acoso y el abuso virtuales. “Una parte significativa del abuso y la violencia de género virtuales tiende a suceder mediante el empleo de cuentas anónimas o cuentas con seudónimos o nombres falsos, lo que dificulta identificar a los autores”, observó el informe. “Por otro lado, el anonimato está reconocido como una valiosa herramienta para que las mujeres puedan ejercer sus derechos en la Internet”.

Algunas personas encargadas de formular políticas y algunas plataformas han propuesto eliminar el anonimato en el ciberespacio como una manera de abordar esta violencia, así como otros males como el extremismo y las expresiones de odio, pero existe desacuerdo sobre si esta es la respuesta correcta. La Constitución brasileña prohíbe el anonimato, y no obstante ello sirvió de poco para disminuir los ataques contra Freitas. Ecuador, Irán, Venezuela y Vietnam también exigen la inscripción con el nombre real en los servicios digitales, lo que equivale a una especie de prohibición del anonimato, según la Relatoría Especial de la ONU para la Libertad de Expresión, que no evaluó la efectividad de tales medidas.Las investigaciones del CPJ han hallado que las políticas sobre uso del nombre real pueden exacerbar el fraude y la censura virtuales a la vez que limitar la libre expresión.

El informe del Foro de Mejores Prácticas resaltó las complicaciones que implica utilizar el anonimato para combatir el abuso virtual, y observó que “si bien el anonimato y la protección de la privacidad pueden ser vitales para el ejercicio de la libertad de expresión en el ciberespacio, inclusive el derecho de las mujeres a tener acceso a información crucial y servicios de apoyo, estos derechos también pueden contribuir a permitir el abuso y la violencia de género virtuales al proporcionarles a los perpetradores un manto de invisibilidad y, por tanto, la percepción de impunidad”.

Y no siempre son extraños anónimos quienes acosan a las mujeres periodistas en la Internet. Algunos comentarios vienen de colegas y fuentes masculinos que participan en largos intercambios que exacerban los ataques. Nazish, una periodista independiente pakistaní de 33 años de edad que cubre el Medio Oriente, experimentó esto cuando escribió el artículo para el New York Times.

Nazish había escrito sobre la gama de amenazas y actos violentos que enfrentan las periodistas pakistaníes, inclusive su propia historia sobre la intimidación sufrida durante una investigación periodística en torno a una cuestión de seguridad. Luego de la publicación del artículo, ella enfrentó una lluvia de mensajes de odio en los medios sociales. “En cientos de tuiteos me llamaban traidora por difamar al país”, señaló la periodista.

Mientras trabajaba en la investigación, refirió Nazish, a ella le dijeron: “Si escribes este artículo terminarás muerta como tus amigos. Las amenazas eran verdaderamente específicas. Yo había escrito con frecuencia sobre las amenazas contra periodistas y las palabras clave ‘como tus amigos’ se estaban usando en específico para intimidarme”. El factor del género era evidente, aseguró Nazish, porque muchas de las expresiones de acoso vinieron de otros periodistas pakistaníes que le decían que ella debía esperar eso en su condición de mujer y que ella solamente quería recibir atención. “Ellos me decían ‘recibir amenazas no es gran cosa, es parte del oficio’, mientras que algunas personas dijeron ‘solamente quieres llamar la atención’. Y esta es la diferencia clave, cuando las mujeres son el blanco, se espera que ellas asuman el desafío, y no se les da empatía”.

Nazish decidió responder algunos comentarios que claramente venían de troles, pero lo hizo una o dos veces y luego decidió dejar así las cosas. “El problema con los troles es que no existe fórmula ni método sobre cuál es la manera correcta de tratar el problema, algunas personas acosadas prefieren responder y otras no”, explicó. “No sé si existe una manera correcta o incorrecta de hacer las cosas, es algo verdaderamente relativo”.

Un estudio de investigación de 2014 del Pew Research Center sobre el acoso virtual en Estados Unidos halló que solamente el 40 % de los periodistas que eran acosados en el ciberespacio decidían responder, y apenas la mitad de ellos confrontaban a la persona en la Internet, como por ejemplo dejando de ser sus amigos, bloqueándolos o abordando los comentarios. Algunos de los periodistas borraban o reportaban los comentarios o cambiaban de nombre de usuario o de perfil.

Algunas plataformas como Twitter permiten el anonimato o el pseudoanonimato. Otras como Facebook prohíben el anonimato o lo dificultan.

Tom Lowenthal, tecnólogo del CPJ, observó que hay dos tipificaciones claras de plataformas: aquéllas como Facebook, donde a cada persona se le presenta una selección filtrada de materiales sobre la base de las preferencias definidas por el usuario, y aquéllas como Twitter y los servicios de mensajería instantánea, donde la información visualizada no está determinada por la plataforma ni sus algoritmos. El resultado es que las diferentes plataformas requieren diferentes enfoques para el tratamiento de las amenazas y el abuso.

Bloquear cuentas es otra táctica que algunos periodistas utilizan para lidiar con los troles. Lokurt, quien escribe sobre Rusia y Ucrania, señaló que su coeditor también es blanco de troles, pero a diferencia de los ataques contra ella, los ataques dirigidos a él se centran más en su presunta falta de conocimiento o en su posición política y no en su género.

Otra opción es crear listas de bloqueo de cuentas, método seguido por la periodista Randi Harper luego de que fue atacada por una entrada de blog sobre el acoso sexual durante la campaña #gamergate. Harper creó una herramienta para Twitter que automatizaba las listas de cuentas objeto de bloqueo, para que las cuentas de #gamergate ofensivas no aparecieran en la lista de mensajes del usuario. Otros programas creados por terceros como Block Together hacen lo mismo, aunque las funciones no están integradas ni son tan fáciles de usar como pudieran serlo.

“Definitivamente creo que los medios sociales y las herramientas de comunicación deben ampliar la disponibilidad de esta clase de funciones”, expresó Lowenthal, quien agregó que aunque las comunidades de mujeres y personas marginadas están aprendiendo qué herramientas pudieran ser eficaces cuando se es blanco de acoso virtual, tal enfoque implica desventajas. “Si hay un gran número de personas que te odian, pero otros están interesados en hacer bromas como mandar la policía a tu casa, en acecharte o en hacer ataques físicos abusivos, las herramientas que bloquean estas amenazas podrían aumentar tu riesgo”, indicó Lowenthal. “Si alguien publica mi dirección particular, eso es algo que me gustaría saber de inmediato”.

Lo artificial de la dicotomía conectado a la Internet/desconectado de la Internet para las mujeres periodistas en la era digital resalta la necesidad de una gama de soluciones para tratar el problema del abuso y el acoso virtuales. En última instancia, las soluciones para combatir y reducir la violencia contra las mujeres en la Internet y fuera de ella necesitarán ser multifacéticas y tomar en cuenta los cambios en las normas para que tales ataques se vuelvan inaceptables. Las plataformas de medios sociales también tienen la responsabilidad de ser más receptivas y dotar de mayor control a sus usuarios. Al final, la mejor respuesta para los periodistas que sean blanco de ataques será una combinación de monitoreo y la posible respuesta a las amenazas y su denuncia a las plataformas y/o autoridades, según la situación y ubicación específicas.

Courtney C. Radsch es la directora de campañas del CPJ y autora del libro Cyberactivism and Citizen Journalism in Egypt: Digital Dissidence and Political Change (“Ciberactivismo y periodismo ciudadano en Egipto: La disidencia digital y el cambio político”), que está próximo a publicarse.