La cobertura periodística de las manifestaciones es una tarea excepcionalmente peligrosa, pues los periodistas pueden ser objeto de agresiones, obstrucciones, detenciones, ataques, amenazas, órdenes de censura y confiscación o destrucción del equipo. Esta es la primera entrega de una serie de tres fotorreportajes realizados por fotógrafos de la agencia Getty, quienes documentaron para el CPJ las experiencias vividas durante la cobertura de las protestas y compartieron sus fotografías.
Por John Moore, fotógrafo de la agencia Getty
Estuve dos semanas en Venezuela cubriendo las protestas diarias contra la alta tasa de inflación y el auge de la delincuencia. Las protestas habían sacudido al país durante los últimos meses. Venezuela está extremadamente polarizada: aproximadamente la mitad de la población se opone al gobierno izquierdista del mandatario Nicolás Maduro, quien sucedió en el cargo a Hugo Chávez tras su muerte hace un año.
Durante mi estancia, cubrí las protestas casi diarias, que a veces reunían a decenas de miles de manifestantes. En Caracas, las marchas eran pacíficas en su mayoría en las primeras horas del día, y participaban muchos profesionales de las clases medias y altas. Luego, en horas de la tarde, por lo general las protestas eran encabezadas por estudiantes universitarios, quienes provocaban enfrentamientos con la Guardia Nacional. Los estudiantes tiraban piedras y las fuerzas de seguridad respondían con cañones de agua, gases lacrimógenos y balas de goma.
Los fotoperiodistas –como es habitual en las zonas de conflicto– éramos particularmente vulnerables a sufrir heridas, debido a lo cerca que nos encontrábamos del lugar de los hechos. Con frecuencia, efectivos de la Guardia Nacional disparaban granadas lacrimógenas directamente contra los manifestantes y, por tanto, contra nosotros también. El peligro también provenía de los estudiantes que tiraban piedras, con distinto grado de precisión en sus lanzamientos y por ello las piedras de mayor tamaño con frecuencia caían encima de otros manifestantes o de fotógrafos.
Un día, después de trabajar en la cobertura periodística del desfile por el primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez, unos funcionarios de la inteligencia militar me llevaron para someterme a un interrogatorio. Unos soldados me detuvieron, me transportaron a una instalación militar y un coronel vestido de civil me interrogó por unos treinta minutos. Como yo era de nacionalidad estadounidense, el coronel me veía con sospecha –por decir lo menos– y no confiaba en mis credenciales de prensa. Los insté a confirmar mi identidad con la oficina de prensa del gobierno, lo cual finalmente hicieron, y me liberaron.
Me indicaron que esperaban que el interrogatorio no influyera en la opinión que yo tenía del gobierno. El coronel explicó que tenían que andar con cuidado ante las amenazas contra la seguridad nacional de Venezuela.