Gálvez Rodríguez shows his passport to the media after his arrival in Spain. (Reuters)
Gálvez Rodríguez shows his passport to the media after his arrival in Spain. (Reuters)

A Cuban journalist in exile: Unkept promises

The clouds of exile are twice as bitter. Being forced from your birthplace and into legal limbo in the land of your grandparents where you’re met by complete official abandonment only deepens the wounds. My gloominess has nothing to do with the affection and solidarity shown by the Spanish people, especially the citizens of Madrid. Thanks to many of them my family–my wife and my little 5-year-old Emmanuel–have clothes and shoes. We arrived with nothing. Or worse yet: We arrived loaded down with the heavy baggage of my long imprisonment.

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For seven years and four months I lived in a dark cell, measuring just 6 feet by 10 feet (3 meters by 1.8 meters). Of this time, I spent nearly a year in complete darkness with scarcely 2 liters of water a day, a form of torture meant to soften my physical integrity. All of this for the alleged offence of simply reporting on the terrible situation of the Cuban people under Castro Ruz brothers’ tyranny. 

From the time we arrived in Madrid, on July 13, 2010, we have been living in the Hostal Welcome, in the Vallecas industrial park, more than 19 miles (30 kilometers) from the center of Madrid, cohabitating with other brothers of the cause, with their families, and with immigrants of other nationalities; and sharing a collective bathroom and facilities, without any semblance of family privacy, despite the assistance and loans promised by officials of the Spanish Embassy in Havana. Minutes before boarding the flight to Madrid, the officials specified what we would receive on our arrival in Spain to facilitate our insertion into Spanish society. 

According to those specifications, our stay at the hostel should have lasted barely a week. Instead, we have, at the time I write this, now been here many weeks, living under difficult conditions since we scarcely have a cent in our pockets to pay for our most immediate needs, not even a piece of candy for our son.

It seems as though the Spanish government is punishing us. Three Cuban prisoners along with their families–all journalists–are in the same situation. All of us decided to stay in Madrid as permitted by the Spanish constitution since the government of José Luis Rodríguez Zapatero is reluctant to grant us political asylum after helping us get out of Cuban prisons and bringing us to Spain.

I’m not asking for anything beyond what we were offered. I only aspire to rebuild my life while learning to live in freedom and democracy, an impossibility for the Cuban people. But to do this one needs stability and a place to live, which at this moment we still do not have. We hope to see the promises that were made at the gates to exile soon fulfilled.

(Translated by Karen Phillips)

This entry is part of an ongoing series of first-person stories by Cuban journalists who were imprisoned in a massive roundup of dissidents that has become known as the Black Spring of 2003. All of the reporters and editors were convicted in one-day trials, accused of acting against the “integrity and sovereignty of the state” or of collaborating with foreign media for the purpose of “destabilizing the country.” Seventeen of them were recently released and exiled to Spain as part of a deal between the Catholic Church and the Cuban government; however, three arrested in 2003 still remain behind bars.

Periodista cubano en el exilio: promesas incumplidas

Por Julio César Gálvez

Las nubes del destierro tienen un doble sabor amargo. La obligación de salir de la patria que lo vio nacer a uno y estar en la tierra de tus abuelos en un limbo jurídico y un total abandono oficial ahondan las heridas. Aquella melancolía nada tiene que ver con las muestras de cariño y solidaridad brindadas por el pueblo español, especialmente los madrileños. Gracias a muchos de ellos es que mi familia -mi esposa y mi pequeño Emmanuel de cinco años–y yo tenemos algo con que vestirnos y calzarnos. Llegamos  sin nada. O peor aún: llegamos cargados con las pesadas maletas que me dejó un largo encierro.

Estuve siete años y cuatro meses en un calabozo oscuro de tres metros de largo por 1,80 de ancho, de los cuales casi un año lo pasé a oscuras totalmente y con apenas dos litros de agua al día como tortura para tratar de ablandar mi integridad física. Todo por el simple supuesto delito de denunciar al mundo la terrible situación por la que atraviesa el pueblo cubano bajo la tiranía de los hermanos Castro Ruz.

Desde nuestro arribo a Madrid, el 13 de julio, estamos alojados en el Hostal Welcome, en el polígono industrial de Vallecas, a más de 30 kilómetros del centro de Madrid, conviviendo junto a otros hermanos de causa, con sus familiares y con inmigrantes de otras nacionalidades, utilizando servicios sanitarios colectivos e instalaciones comunes, sin un poco de intimidad familiar, a pesar de las ayudas y prestaciones firmadas en conjunto con funcionarios de la embajada española en La Habana. Minutos antes de abordar el avión con rumbo a Madrid, esos funcionarios nos especificaron todo lo que recibiríamos, tan pronto llegáramos a España, para nuestra inserción en la vida nacional.

Según aquellas especificaciones, nuestro paso por el hostal debió ser de apenas una semana. En cambio, al momento de escribir este blog, ya llevamos varias semanas en una situación difícil, pues apenas tenemos un centavo en nuestros bolsillos para remediar las necesidades más perentorias, como un simple caramelo para nuestro hijo.

Parece que el gobierno español nos tiene castigados. En igual situación se encuentran otros tres prisioneros cubanos junto a sus familiares -periodistas todos- quienes decidimos quedarnos a residir en Madrid como establece la constitución española, ya que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero está renuente a brindarnos asilo político después que ayudó a nuestra liberación de las cárceles cubanas y nos trajo para España.

Nada pido que no nos hayan ofrecido. Solo aspiro a rehacer mi vida mientras aprendo a vivir en libertad y democracia, esa de la que carece el pueblo cubano. Pero, para eso es necesario tener estabilidad, un lugar donde residir, lo cual hasta ahora no tenemos. Esperamos que se cumplan pronto aquellas promesas que una vez se hicieron en las puertas de entrada al exilio.

Este artículo es parte de una serie de historias escritas en primera persona por periodistas cubanos que fueron arrestados en una redada masiva contra disidentes conocida como la Primavera Negra de 2003. Todos los reporteros y editores fueron condenados en juicios de un día de duración, acusados de actuar contra la “integridad y la soberanía del estado”, o de colaborar con medios extranjeros con el propósito de “desestabilizar el país”. Diecisiete de ellos fueron recientemente liberados y enviados al exilio en España como parte de un acuerdo entre la Iglesia Católica y el gobierno cubano. Tres periodistas detenidos en 2003 permanecen todavía tras las rejas.